Ainara LERTXUNDI
Interview
NORA RODRÍGUEZ
ESCRITORA, EDUCADORA Y CONFERENCIANTE EN PEDAGOGÍA E INNOVACIÓN

«Aprender con dolor es el camino directo para dejar los estudios»

Escritora, educadora, conferenciante en pedagogía e innovación, ponente invitada por la ONU e impulsora del proyecto «Happy Schools Institute», Nora Rodríguez aboga por una felicidad responsable en su libro «Educar para la paz», publicado por Kairós. Defiende que «es hora de transformar la educación y derribar los argumentos que sobrevaloran los logros, el individualismo y la competitividad».

En su libro “Educar para la paz. La neurociencia de la felicidad responsable”, Nora Rodríguez, escritora, educadora y conferenciante en pedagogía e innovación, defiende que «es hora de transformar la educación y derribar los argumentos que sobrevaloran la importancia de los logros, el individualismo y la competitividad en edades increíblemente tempranas».

Su máxima: «Despierta el cerebro social de un niño y despertarás sus talentos». En una de sus primeras experiencias laborales como educadora en una escuela humilde del sur de Argentina, puso en marcha los sistemas de ayuda mutua, «la magia de los guantes rojos». Como cuenta en el libro, «el juego consistía en que, independientemente de la edad, el que tuviera algo para enseñar o hacer por otro, podía ir a la caja mágica y ponerse un guante rojo o llevarlo en el bolsillo hasta el momento en que considerara que tenía que usarlo. Al final del día, todos habían experimentado muchos momentos de bienestar, ya que el simple acto de dar y que otro te devuelva una sonrisa, por haber obtenido algo, permitía que ambos pegaran en cualquier lugar de las viejas paredes caritas sonrientes que hacían juntos con el material que ellos mismos elegían».

«Para el niño es mucho más fácil ayudar a partir de lo que el otro tiene. Si despiertas el cerebro social, generas conexiones emocionales socialmente constructivas y eso hace que el aprendizaje sea mejor», afirma en entrevista con GARA. «El gran reto de la educación» es educar para lograr «una felicidad responsable».

¿Por qué eligió este título y qué significado encierra?

El significado principal es que los seres humanos venimos preparados evolutiva y biológicamente para conectar positivamente con los demás. De hecho, la neurociencia ha demostrado que somos esencialmente bondadosos y el cuidado mutuo es una forma de selección natural, no solamente ganar territorio a través de la lucha o del enfrentamiento, sino también ganamos territorio moviéndonos en grupo y nuestro cerebro está preparando biológicamente para ello. Hay estudios neurocientíficos que demuestran que a los seis meses los seres humanos tenemos recursos morales –un principio de moral y de ética– y a los dieciocho meses somos increíblemente altruistas. Esto, ¿qué significa? Que en la mayoría de los casos a los cinco años pareciera que este altruismo se pierde cuando se les premia con objetos o cosas materiales en lugar de una sonrisa o de un abrazo. El cerebro no entiende de objetos materiales como premios. Cuando hablamos de educar para la paz es educar en sintonía con lo que traemos evolutivamente para llevarnos bien entre nosotros. Ese es el sentido, basado en la neurociencia social.

Usted es contraria a otras corrientes pedagógicas que se basan en el premio-castigo como incentivo para modificar ciertos hábitos o conductas.

Incluso las notas son un premio-castigo. O llegas a la nota o quedas excluido. O llegas a cierto nivel, o el informe PISA te deja fuera de juego en un aula. Hay toda una idea de competitividad, de individualismo, de pisarnos los unos a los otros que realmente ha dominado la escuela de los últimos años y que ha llevado al abandono escolar y a que los niños se sientan cada vez más solos y aislados. Encima, ponemos en sus manos aparatos que no pesan y con los cuales les estamos obligando de alguna manera a que se adapten a ello porque hay una estigmatización de las nuevas generaciones, de los adolescentes, de los millennials.

Sin embargo, quienes hemos puesto en sus manos estos aparatos que ni pesan ni huelen y que tienen que ver con la tecnología, hemos sido las generaciones anteriores. Por lo tanto, a mayor tecnología, mayor tiene que ser la educación de la humanidad: eso que nos distingue como seres humanos, que nos hace ser realmente dignos.

¿Qué aporta la neurociencia?

En definitiva, la posibilidad de ver cómo funciona el cerebro a tiempo real. Antes nos guiábamos solo por la conducta. Sabíamos de los niños lo que decía la Teoría de Piaget. Hoy sabemos todo lo que el ser humano tiene, por lo tanto hay que educar desde otros lugares, en contradirección, partiendo de lo que hay. Los padres son los diseñadores de los cerebros de sus hijos y los docentes son diseñadores del cerebro de sus alumnos. Por tanto, todas las personas que estamos en el área de la neuroeducación tenemos la obligación de compartir este conocimiento.

Usted aboga por una felicidad responsable. ¿A qué se refiere con este término?

Vivimos en una sociedad en la que todo es inmediato, la felicidad no tiene que ver con el esfuerzo ni con cómo se sienten los demás: «Yo quiero esto y lo cojo». La felicidad responsable significa que mi felicidad no puede estar exenta de la felicidad de los demás. Yo no puedo pensar solo en mi felicidad. Cuanto más constructivas sean mis emociones, cuanto más piense en la felicidad del grupo, mejor persona voy a ser y mejor me voy a sentir. Por tanto, educar para una felicidad responsable significa volver a pensar como especie de alguna manera, desde el círculo inmediato que es la familia hasta círculos más amplios: el barrio, la nación, la cultura...

Afirma que despertando «el cerebro social de un niño, despertarás sus talentos». Sin embargo, ¿por qué sigue siendo tan difícil implementarlo en el sistema educativo?

Porque pareciera que los niños cuando llegan al colegio no tienen que tener emociones. Es más, pueden estar tristes, contentos, pero tienen que cumplir con las 200 divisiones o con los exámenes. ¡Esto es terrible!

En general, la metodología se basa en enseñar con dolor. Esto es lo mismo que decir «vas a sufrir para aprender», como antes se decía aquello de «la letra con sangre entra».

Por fortuna, conocemos el cerebro a tiempo real, lo que nos dice que aprender con dolor es el camino directo para dejar los estudios seis, siete o diez años después, porque subyace la idea de que para estudiar hay que sufrir, cuando en realidad el cerebro está aprendiendo todo el tiempo. Es una función del cerebro aprender y para eso tenemos que tener en cuenta todos estos mecanismos que también tienen que ver con el cerebro social. Cuanto mejor estoy con los demás, cuanto más tranquilo y unido me siento a un grupo, mejor estudiante voy a ser.

¿Se sigue buscando niños que no hablen, no molesten y estén en todo momento atentos?

No lo dudes, todavía arrastramos la escuela de hace 200 años que preparaba alumnos sumisos para el trabajo, bien alimentados, que sean fuertes y no se enfermen. Lamentablemente, esta idea de los niños sumisos sigue estando presente. El profesor entra en el aula y los niños que entran tienen que mirarlo. ¿Cuántos niños son a diario torturados con la idea de que si miran para otro lado no están escuchando?

Hay mucho desconocimiento sobre cómo funciona el cerebro; se sabía de la educación solo por la conducta. Ahora sabemos mucho más, por ejemplo, que la atención de un niño es su edad menos dos. Si tiene 12 años, puede tener segmentos de atención buena de diez minutos; si tiene 4, le restas dos. Esa es la idea que hay que empezar a implantar en los colegios. Eso es educar en sintonía con el cerebro.

¿Como madres y padres, cómo debemos gestionar cuando el profesor nos dice que habla en clase o no presta atención?

Me encanta esa pregunta. En primer lugar, hay un error muy grande que cometen los padres cuando dicen a sus hijos que no salgan de la habitación hasta que terminen los deberes. Las habitaciones donde hay un ordenador son incompatibles con el cerebro. Siempre digo que es mejor que haya un adulto cerca.

Hace 50 años hacíamos los deberes junto a nuestras madres en la cocina mientras planchaban o cocinaban. Estas habitaciones tecnológicamente equipadas pero increíblemente solas destruyen de alguna manera todo lo que tiene ver con el aprendizaje. Por otro lado, una cosa es lo que dice el maestro y otra lo que los padres ven y casi siempre lo mejor es encontrar aquellos aspectos que son fortalezas en los niños.

Si a un niño le gusta dibujar pues que dibuje antes de estudiar; si le gusta bailar, que lo haga durante diez minutos antes de ponerse a estudiar. Es decir, un poco de dopamina en el cerebro con aquello que le gusta, siempre va a ser mucho más positivo que obligarle a estar encerrado.

¿Qué son los sistemas de ayuda mutua o, como dice, «la magia de los guantes rojos»?

Cada vez que creas sistemas de ayuda mutua es mejor que crear sistemas de colaboración porque estos últimos implican que yo tengo que darte algo mío y eso a los niños les cuesta. En cambio, en los sistema de ayuda mutua yo te ayudo en algo que tú tienes. Para el niño es mucho más fácil ayudar a partir de lo que el otro tiene. Despiertas el cerebro social, generas conexiones emocionales socialmente constructivas y eso hace que el aprendizaje sea mejor. Los programas que llevamos a cabo desde Happy School Institute sitúan a las aulas como laboratorios socio-emocionales y a partir de ahí llegamos a lo que hay que aprender académicamente. Primero trabajamos lo socio-emocional porque esto reconecta el cerebro y el aprendizaje y la posibilidad de la memoria a largo plazo.

Defiende el potencial de los niños y adolescentes para ejercer como constructores de paz y cita una serie de ejemplos. ¿Por qué son presentados como un problema y no se aplica este enfoque?

Porque es un problema grave de la sociedad, donde no se tiene en cuenta que lo importante es que la mayoría de los adolescentes no son lo que la sociedad dice de ellos. Estamos en un momento en el que el cerebro desconecta para reconectarse y esto es algo fundamental porque es la segunda oportunidad que tenemos los seres humanos para adaptarnos socialmente. Muchas veces esto coincide con una adolescencia compleja, pero lo importante es que los padres puedan entender que ese chico que está haciendo cosas que parecen que no encajan, lo hace porque realmente está reconstruyendo su cerebro.