Mikel CHAMIZO
DONOSTIA

Tom Johnson, el compositor que creó una ópera con solo 4 notas 

Nacido en Colorado en 1939, Tom Johnson es uno de los compositores más conocidos de la corriente musical minimalista que surgió en EEUU en torno a 1970. En 1972 creó la obra que le ha dado mayor fama, «Four Note Opera», pero desde entonces ha desarrollado una intensa trayectoria investigando los procesos lógicos y las cualidades matemáticas que posibilitan unas músicas que se crean a sí mismas, con la menor intervención posible del compositor.

No es la primera vez que el compositor Tom Johnson visita Donostia. «La primera vez fue al poco tiempo de conocer a Esther [Ferrer], que me llevó a ver la Concha», rememora el músico estadounidense. «Me dijo que era la playa más bonita del mundo y cuando la vi, pensé: ‘pues tiene razón’». Aunque conoce bien la ciudad, sí será la primera vez en que su música vaya a ocupar un lugar destacado en la actividad de Tabakalera y la Quincena Musical, que han unido fuerzas para producir, además en euskara, su famosa “Four Note Opera”. Y Johnson, que desde su casa en París gestiona todas las interpretaciones de su música alrededor del mundo, se ha acercado hasta para supervisar los ensayos y participar en otras actividades.

La historia de “Four Note Opera”, traducida para la ocasión como “Lau noten opera”, comienza en 1972 y es el fruto de una reacción. «En la década de los setenta, una de las cosas que queríamos hacer era rebelarnos contra la música dodecafónica, que era lo que estaban haciendo todos nuestros profesores», recuerda Johnson de aquella etapa estudiantil. «Queríamos huir de ese tipo de música y hacer algo más accesible, simple y claro. En mi caso, la reacción fue dramática: en vez de usar las doce notas, decidí escribir una ópera solo con cuatro. Y si los dodecafonistas evitaban la repetición, yo lo repetiría todo», cuenta.

La idea para el texto la tomó de Pirandello y de su célebre “Seis personajes en busca de autor”: «La leí y pensé: ¿qué pasaría si fueran cinco cantantes buscando a un compositor?». Esa fue la base de la obra y el punto de partida para establecer una lucha de poder entre los personajes y el compositor, omnipotente, que decide cómo manipularlos. «Se trata de un diálogo aunque, a veces, los personajes mismos reconocen que no entienden el sentido de lo que están haciendo, pero deben hacerlo igualmente porque es lo que está escrito en la partitura», explica el estadounidense. «Hay un juego en torno al control, aunque también se promueve la libertad, ya que una de las órdenes que da el compositor es que cada puesta en escena sea completamente diferente. Pero es la escena final la que revela que el compositor tiene el poder, ya que ordena que los personajes pueden moverse. Cada cantante –prosigue Johnson– adopta una postura y debe cantar todo el final sin cambiar de posición. A ellos no les gusta, algunos de ellos declaran que es una idea estúpida. Pero ese es precisamente el punto de la obra: que los personajes se sientan manipulados por el compositor, que se sientan como autómatas. En cierto modo, el final es como si los estuviera matando, porque si uno no se puede moverse es como si estuviera muerto».

También en euskara

Como se trata de una propuesta crítica, pero muy divertida y agradable de escuchar, “Four Note Opera” no ha dejado de representarse prácticamente desde su estreno en el Hell’s Kitchen de Nueva York. Pero, a diferencia de la mayoría de óperas, en las que el idioma constituye una parte fundamental de su fisonomía, la de Johnson se ha traducido a infinidad de idiomas. La razón que da es clara: «Es que no soy un poeta, soy simplemente un compositor. El texto está escrito en un lenguaje vulgar y no contiene poesía, ni rimas, ni simbolismo». El cambio de idioma, no obstante, sí que afecta en algo. «He visto muchas de las versiones traducidas», cuenta Johnson, «incluso las que son en argelino, japonés o coreano, y la obra funciona en cualquier idioma pero hay diferencias de tempo. En polaco, por ejemplo, todo es más lento, porque lleva mucho tiempo decir tanta cantidad de texto en polaco. En italiano, por el contrario, el ritmo de la ópera se acelera».

Uno de los grandes atractivos de esta nueva producción en Tabakalera es que la ópera se hará en euskara. La base de la traducción la ha realizado Marta García, aunque la versión final tiene aportes de los intérpretes. «Durante los ensayos los cantantes han ido alterando algunas cosas, porque hay palabras que les gustan más o que creen que encajan mejor. Y así es como debe ser», defiende Johnson. El elenco que defenderá las peripecias de los cinco personajes está formado por cantantes vascos bien conocidos: Miren Urbieta-Vega (soprano), Marifé Nogales (mezzosoprano), Beñat Egiarte (tenor), Fernando Latorre (barítono) y Pedro Llarena (bajo). Cada uno de ellos hará honor a los clichés que las óperas suelen reservar para cada tipo de voz: habrá un dúo de amor entre el tenor y la soprano, malignas intenciones por parte de las voces graves, etc. 

Para tratarse de un espectáculo de música contemporánea, la expectación que se ha formado entre la comunidad de músicos y melómanos vascos es importante y las entradas para la función están completamente agotadas. Para aquellos que se la vayan a perder, “Lau noten opera” no es la única opción para acercarse al mundo creativo de Johnson. El pasado viernes se realizó un paseo con su música en Cristina Enea, y durante unos días más se podrá visitar en Tabakalera su instalación “Knock on Wood”, fruto de su interés actual por los procesos matemáticos. «Una de mis grandes influencias fue John Cage, que escribía música aleatoria para escapar de sus propias ideas. Y uno de mis profesores fue Morton Feldman, que decía: deja que la música haga lo que ella quiere hacer. Yo suelo quedarme horas sentado al piano intentando descubrir qué es lo que determinada música desea hacer. No lo que yo quiero, sino lo que la propia música está pidiendo», confiesa Johnson.