Dabid LAZKANOITURBURU
ENTRESIJOS DE LA GEOPOLÍTICA

Macron brilla en su cumbre, mientras Trump deja correr

Con sus anuncios y golpes de efecto, Macron ha sido la estrella de una cumbre que tampoco pasará a la historia us acuerdos. Frente a un presidente francés que se arriesga a ser visto como un simple gesticulador, Trump ha dejado correr y se ha mostrado inusualmente conciliador. Espera su momento.

Defenestrado en el ámbito doméstico (su popularidad sigue bajo mínimos y los chalecos amarillos anuncian su regreso), el inquilino del Elíseo, Emmanuel Macron ha aprovechado y formateado la cumbre del G7 de Biarritz como escaparate internacional de su presidencia.

Y hay que conceder que lo ha conseguido. Como aperitivo previo, comenzó aupándose al carro de la campaña internacional contra el presidente ultra brasileño, Jair Bolsonaro, por los incendios y la deforestación de la Amazonía. Cubría así el flanco «ecologista».

Su segundo golpe de efecto consistió en la llegada «sorpresa a Biarritz del ministro de Exteriores iraní, Mohamad Javad Zarif, en la lista negra de EEUU.

Esta visita, en la tarde del domingo, pareció pillar con el pie cambiado al presidente estadounidense, Donald Trump, quien horas antes negaba que hubiera dado luz verde a Macron, en el transcurso de la cena informal de apertura de la cumbre del sábado, a iniciar un proceso de diálogo con Teherán,

Quien piense, sin embargo, que estos golpes de mano se improvisan no conoce las reglas más básicas de la diplomacia.

Macron sabe que su margen de maniobra respecto a Irán depende de Trump y –que no es lo mismo–, del Pentágono. Más cuando Israel protagoniza estos meses una campaña de ataques contra objetivos proiraníes en Siria, Líbano e Irak con el beneplácito de EEUU.

Macron conoce sus límites y desde el inicio de la cumbre con un almuerzo improvisado ha tratado de templar a un Trump que llegó a Biarritz amenazando con tasas aduaneras «nunca vistas» al vino francés por la decisión gala de gravar a los gigantes informáticos de EEUU. Finalmente, el presidente francés anunciaba ayer que el G7 «ha convenido llegar a un acuerdo en 2020 en el marco de la OCDE sobre una tasa internacional a los GAFA».

En la misma línea, y a futuro, Trump dejó abierta la posibilidad de un encuentro con el presidente iraní, Hassan Rohani, «si se reúnen las circunstancias».

Su anuncio, junto con unas declaraciones previas en las que aseguraba que estaba al tanto y había dado su acuerdo a la visita del titular de Exteriores iraní han sido interpretados por más de uno –empezando por el propio Macron– como un giro en su destructiva y peligrosa posición sobre Irak.

Si esta interpretación fuera acertada tendría una posible explicación en que el presidente estadounidense estaría dispuesto a aprovechar el cable tendido por París para salir de un atolladero en el que él mismo se ha metido de cabeza. No sería la primera vez y hay quien augura que Trump no sabe cómo desactivar su guerra comercial con China, lo que en el argot se conoce como un tiro en el pie.

Más parece, desgraciadamenrte, que Trump ha decidido ponerse de perfil y esperar su momento, cuando el año que viene reuna a la cumbre G7 en su campo de golf en Florida, y donde anunció que espera dar la bienvenida a Rusia y a su presidente, Vladimir Putin.

Mientras tanto, Macron saboreaba su momento, anunciando incluso una cumbre en setiembre sobre Ucrania, acordada en los días previos a la cumbre cuando recibió al inquilino del Kremlin en su residencia de verano de Brégançon.

Pero una duda asomaba mientras desgranaba un comunicado oficial que, en sus propias palabras, «ciertamente no lee nadie». Y es que, a fuerza de anuncios y golpes de efecto, Macron corre el riesgo de pasar por un prestidigitador con iniciativas que no van mucho más allá de gestos. Su anuncio unilateral de ayuda económica, aviones cisterna y bomberos a la Amazonía suena a eso: a puro fuego de artificio.