Nora FRANCO MADARIAGA
Opera

Minimalismo juguetón

Cuatro notas –re, mi, la, si–, cinco cantantes y un pianista. No hace falta nada más para que un genio como Tom Johnson consiga, 47 años después de su composición, seguir sacando la sonrisa a grandes y pequeños con esta brillante obra de estructura traviesamente minimalista.

“The Four-Note Opera”, también en su versión en euskara traducida por Marta García, recuerda un poco a esas películas de Pixar que, por su sencillez y su formato, parecen dirigidas al público infantil pero que quien realmente saca partido de todo el humor que encierran es el público adulto. Y, en este caso, si además conoce de cerca el mundo del canto y la ópera, sin duda terminó riendo a carcajadas.

Sus estereotipados personajes utilizaron desde los más esperados tópicos hasta los más sutiles gestos para convertir un pequeño juego musical en una divertida parodia y una irónica disección del ámbito operístico.

La forzosa escasez musical fue suplida ampliamente por el elenco con grandes dosis de comicidad y soltura escénica, destacando quizá la soprano Miren Urbieta-Vega en su papel de soprano diva, aunque todos los roles resultaron hilarantes.

A pesar de que el éxito de la obra estuvo en la interpretación más que en el canto, no hay que despreciar la exigencia vocal del asunto, donde quién más sufrió fue el tenor de Zornotza Beñat Egiarte, que supo disimular las dificultades del agudo con los gags del personaje. Especialmente acertadas tanto en voz como en teatralidad las –brevísimas– apariciones del bajo Pedro Llarena. Cabe también destacar la complicidad con el público de Marifé Nogales y el siempre impecable trabajo de Fernando Latorre.

Una pequeña obra sorprendente, divertida y fresca donde cinco cantantes y un pianista consiguen reducir al absurdo una ópera al tiempo que atrapan al público con sólo cuatro notas.