Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Vivir dos veces»

Margarita se llama mi amor

De todas las estupendas películas que han tratado el tema del Alzheimer a la que más recuerda seguramente “Vivir dos veces” (2019) es a la oscarizada cinta argentina de Juan José Campanella “El hijo de la novia” (2001). Y nada tiene que ver en ello la presencia estelar del actor porteño Óscar Martínez, que actúa con un perfecto acento neutro, para así no tener que justificar en el guion una supuesta procedencia bonaerense del personaje. No podría ser, porque el profesor de matemáticas jubilado al que interpreta tiene unas raíces valencianas, y es allí a donde quiere viajar para reencontrar a su amor de juventud antes de perder del todo la memoria y las facultades cognitivas por culpa del avance imparable de la enfermedad.

La propia María Ripoll ha citado a “Little Miss Sunshine” (2006) como fuente de inspiración, debido a que el protagonista, su hija, el yerno y su nieta forman una familia disfuncional embarcada en una película de carretera. También se salta en cierta medida las generaciones intermedias y la clave del relato se encuentra en la relación entre el abuelo y la niña de diez años, en cuanto representación de la conexión emocional entre el presente y el pasado. La actriz infantil Mafalda Carbonell, hija de Pablo Carbonell, hace una creación muy suya, ya que aporta al personaje la movilidad reducida que padece. Algo que la vuelve más fuerte y una personita sin complejos. La química con Óscar Martínez resulta vital para la película, a la vez que ofrece un discurso ambivalente sobre el uso y abuso de internet por parte de los menores. La pequeña sufre una clara dependencia de las redes, pero estas son sin embargo las que ayudan a dar con el paradero de Margarita, de la que solo hay una foto en Facebook como pista.

Una ficción como la vida misma, con sus luces y sus sombras, servida mediante un buen equilibrio entre el melodrama sentimental y la comedia ligera.