Siempre que oigo hablar del Padre Pío veo la cara de Sergio Castellitto, que lo encarnó de forma magistral en la miniserie de televisión italiana de Carlo Carlei “Padre Pío” (2002), de la que guardo un grato recuerdo. Me entristece comprobar que ya no se hace verdadero cine religioso, y que en lugar de practicar la espiritualidad insondable al estilo de Dreyer o de Bresson, lo que pervive es lo que antaño se conocía como cine de estampita. El ultracatolicismo hace que sea así, en comandita con el resurgimiento de la extrema derecha fascista. Es un todo fanático que apela a la fe como un elemento enaltecedor de la barbarie y la irracionalidad, y las dos películas del periodista José María Zavala forman parte del consabido toque de corneta involutivo, incluso con la vuelta a la idea del pecado como representación represiva del progresismo que se quiere identificar con el Mal y el Diablo.

En el documental “El misterio del Padre Pío” (2018) se presentaba a Francesco Forgione (1887-1968) bajo su identidad sacerdotal de Pío de Pietrelcina, recorriendo un camino pedregoso hasta su canonización post mortem por Juan Pablo II en el año 2002. Zavala le daba la forma de reportaje de investigación periodística, a fin de descubrir al mundo el complot conspirativo del que fue víctima por parte de El Vaticano, cuando la Santa Sede designó al Padre Gemelli para que investigara sus estigmas, diagnosticados por la medicina actual como simples casos de dishidrosis en la piel. Y aunque le suspendieron acabaron reculando por miedo a sus fieles devotos.

Ellos y ellas son ahora protagonistas de la secuela “Renacidos” (2019), que ofrece 25 testimonios de milagros, sanaciones y conversiones obradas en vida del santo, e incluso después con motivo de procesiones o peregrinaciones a San Giovanni Rotondo. Por los beneficios recibidos creen en los dones que poseía su santo, como los de la bilocación o la profecía.