Jesús Valencia
KOLABORAZIOA

Pueblos originarios

Hemos cerrado el 2019 con las imágenes de unos pueblos originarios que volvieron a levantarse en Abya Yala. Cuentan que recibieron a Colón con la mano tendida. Pronto conocieron la crueldad de los recién llegados: sus tierras fueron ocupadas, sus costumbres abolidas, sus autoridades sojuzgadas o asesinadas, su lengua relegada por el idioma de los conquistadores, los reiterados intentos por defenderse duramente reprimidos.

Nada de eso nos contaron en nuestras escuelas. Nos hablaron del «descubrimiento de América» y nos quedamos con la idea de que aquellos pueblos originarios habían sido asimilados; que voluntariamente se habían incorporado a la Corona conservando, como detalle folclórico y colorista, sus vestimentas. Los pueblos indígenas nunca se sintieron parte de España y, a pesar de la represión, siempre pugnaron por ser pueblos diferenciados. Cuando el imperio quiso celebrar el llamado «descubrimiento» como intercambio cultural, ellos lo denunciaron como 500 años de ocupación. Fue una más de sus rebeliones y en esas siguen: condicionando la escena política del Continente mediante la fuerza y conciencia de sus numerosas organizaciones.

Los mapuches –ni argentinos ni chilenos– son sujetos políticos clave al Sur del Continente; como «personas de la tierra» se definen y como tal la defienden; historia permanente de resistencia a los dos estados que tratan de asimilarlos. 2019 ha confirmado la determinación de estos pueblos para defender sus derechos nacionales y sociales. Cuando el actual presidente de Ecuador publicó el decreto 883 que recortaba subvenciones y encarecía la vida, las nacionalidades quichuas se le enfrentaron: lideraron la rebeldía popular, bloquearon el país, ocuparon Quito, sufrieron gran matanza pero no cejaron hasta que Lenin Moreno retiró el decreto que le dictara el FMI. Bolivia, meses más tarde, demostró la fortaleza de los aymaras. Cuando se levantaron en masa volvieron a desenmascarar la brutalidad de las burguesías neocoloniales: solo fueron contenidos (de momento) por las balas criminales de la Policía y el Ejército.

El silencio de los medios pudiera inducirnos a pensar que todo se ha calmado; que «los indios revoltosos» han regresado, sometidos, a sus comunidades. Grave equivocación. Siguen siendo acérrimos defensores de su tierra y de sus gentes: los guaraníes se enfrentan a la represa de Itaipú; los xinkas reclaman sus tierras en Guatemala y los garífunas en el hondureño municipio de Limón; los caucas rechazan la militarización de su valle y los amazónicos son los mejores guardianes del medio en el que viven. Incontables hechos que confirman la conciencia de los pobladores ancestrales; tras 527 años de acoso, siguen defendiendo su identidad y su tierra. No se han sometido ni se van a someter.

Historia de pueblos vivos que evoca afinidades con el nuestro. Constituidos en colectividad específica, seguimos siendo agredidos por las múltiples violencias de quienes intentan reducirnos; continúan ocupadas nuestras tierras y expoliados nuestros recursos; ignoradas nuestras leyes y anulada nuestra gobernanza; aborrecida y minorizada nuestra lengua; reprimido cualquier intento por recuperar nuestra soberanía secuestrada. También nosotros convivimos más de 500 años con el rigor de un conflicto político impuesto. Pese a todo, Euskal Herria no es España; seguimos reafirmando nuestra identidad y pugnando por recuperarla. Nuestra lucha no es etnicista; es la permanente defensa de los derechos nacionales y sociales que nos pertenecen como pueblo y como clase. No nos han sometido ni nos van a someter.