Victor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

Toda la magia de Ghibli

El estudio Ghibli es ese mágico oasis en el que, durante mucho tiempo, dos de los más grandes maestros de la historia del cine de animación, fueron cultivando sus preciosas carreras. Me refiero, por supuesto, a Hayao Miyazaki y a Isao Takahata, dos pilares suficientes para sostener una factoría entera; dos fuentes inagotables de fantasía (visualmente, siempre desbordante), pero sobre todo de emoción humana.

Considerada históricamente como la versión japonesa de Disney, cabría no obstante ver a Ghibli como ese sello especialista en crear títulos que, precisamente, la Disney siempre quiso tener... pero que nunca pudo alcanzar. Son dos ligas completamente distintas. Si la casa de Mickey Mouse es la propietaria del discurso hegemónico (a nivel ético y estético) del mal conocido como «cine para niños», Ghibli luce más como ese refugio ideal para descansar de los mensajes e imágenes con los que constantemente nos bombardea el mundo.

De hecho, hasta hace bien poco, dicho estudio se caracterizaba, en parte, por guardar con mucho celo cada uno de sus títulos. Hasta el punto de renunciar a la distribución masiva de ellos... por mucho que fuéramos cada vez más los que pedíamos un fácil acceso a tan valiosa colección. Pues bien, al final obtuvimos lo que tanto deseábamos. En Netflix desembarcó buena parte de la filmografía de estos dos genios, y a lo largo de las próximas semanas, se espera la llegada de más películas de ellos. Una de las mejores noticias que seguramente recibirá la cinefilia en esta temporada.

Al fin y al cabo, y solo por empezar con la batería de ejemplos, nunca está de más recordar que no existen los argumentos válidos para no perderse, por enésima vez, en esa insuperable obra maestra titulada “Mi vecino Totoro” (junto a “El viaje de Chihiro”, seguramente la obra capital de Hayao Miyazaki). Bajo la –falsa– apariencia de historia que no va más allá de la aventura más intrascendente, late la fuerza con la que la inimitable mirada de los niños descubre el mundo en el que viven. Hay misterio, hay una infinita capacidad para maravillarse, hay incluso espacio para asustarse... y por supuesto, está esa magia desbordante, que cala tanto en la retina como en el espíritu. Es la gloria de Hayao Miyazaki, esa bellísima persona con conciencia ecologista y feminista... y con una capacidad épica para conectar con todo ser humano.

A su lado, la obra de Isao Takahata podría presentarse como un corpus fílmico más hermético; de más difícil acceso. Y en efecto, el otro pilar de la Ghibli, tuvo en la heterogeneidad, ese factor que le convirtió siempre en un artista difícil de catalogar. Acercarnos a sus películas es, consiguientemente, no saber a priori a qué enfrentarse exactamente. Lo bueno, es que permanece siempre la seguridad de estar a punto de descubrir un producto excelente en el terreno donde se vaya a mover. Tenemos, por ejemplo, el delicioso tono socarrón de “Mis vecinos los Yamada”, o el espectáculo visual de “El cuento de la princesa Kaguya”... o por supuesto, el impacto emocional de “La tumba de las luciérnagas”, ¿la película más triste de la historia?