Cine de verdad (humana)

Es oficial. Va a tocar quedarse en casa durante una temporada. Espero, sinceramente, que este periodo de tiempo sea más breve que largo... algo a lo que, por cierto, nosotros debemos contribuir. Es momento de exhibir responsabilidad por nuestra parte, y de predicar con el ejemplo que exigimos a los demás. Llegó el momento de confinarse, un panorama que bajo ninguna circunstancia puede ser apetecible... pero que al menos, y no es consuelo menor, nos coge en la era dorada del Video On Demand.
La industria fílmica, como cualquier otra, se resiente, pero no está de más recordar (especialmente estos días) que el cine sigue, y que lo hace dándonos el espacio y el tiempo suficientes para recuperar del –posible– olvido aquellas joyas que a lo mejor pudieron pasar inadvertidas durante la vóragine de estrenos (de cartelera, se entiende) en la que estábamos instalados. En Filmin, dónde si no, tenemos una ocasión dorada para (re)descubrir la obra de una de las voces más independientes del cine indie.
En dicha plataforma encontramos cuatro de las cinco películas que ahora mismo componen la filmografía de Dan Sallitt, discreto pero siempre contundente maestro del cine de la verdad humana. Tanto en “Honeymoon”, como en “All the Ships at Sea”, como en “The Unspeakable Act” como en “Fourteen” encontramos la firme voluntad de incidir en las relaciones más complejas. Es decir, aquellas que más nos elevan... pero también aquellas que nos pueden hundir en la miseria más absoluta. Lazos fraternales, matrimoniales o «simplemente» amistosos se van desenredando aquí con la actitud más valiente de todas: la de mirar de frente a esas realidades que en un principio más pueden incomodarnos, pero que a la larga pueden abastecernos con un mejor conocimiento de nosotros mismos.
Por esto, en el cine de Dan Sallitt impera siempre el gusto por el primer plano; por esas distancias cortas en las que se elimina cualquier atisbo de mentira. Pero también destaca un exquisito trabajo con un lenguaje que no se limita a los diálogos. De la mano de este cineasta nacido en Pensilvania, la palabra hablada y filmada se compenetran con una narración fílmica nítida y noble, que otorga a cada frase el peso que se merece.
Cine de encuentros y desencuentros; películas de personas adultas que hablan, y que con ello, exponen su esfera más íntima... y así, nos ayudan a conectar con ellas. Ya sea con una pareja de recién casados que no acaba de funcionar en la cama, ya sea con unas amigas que ven cómo la vida les lleva por caminos distintos, ya sea con hermanos que abordan los tabús sociales más incómodos... la empatía se descubre como un puente de unión con lo que estamos viendo y escuchando, capaz de poner a prueba nuestra supuesta comodidad de espectador.
En el cine de la verdad humana, el drama, la comedia y cualquier giro argumental se ceden el relevo con naturalidad; sin gestión artificial (y engañosa) de unos sentimientos que, por pura decencia, no se pueden falsear... y así, la ficción de la pantalla se reivindica como reflejo luminoso de la vida misma.

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