Maitane ALDANONDO
Barakaldo

ZAPATILLAS SOSTENIBLES, MÁS ALLÁ DE LOS MATERIALES

La empresa vizcaina Basq Company fue la primera en lanzar al mercado zapatillas elaboradas íntegramente con materiales reciclados. Una iniciativa comprometida con el medio ambiente que surge de la preocupación por la contaminación plástica del mar.

Surf, calzado y sostenibilidad son la base de Basq Company, la primera marca en lanzar al mercado zapatillas elaboradas con materiales 100% reciclados. Nace tanto de las inquietudes como del esfuerzo de su promotor, el baracaldés Aitor Álvarez Gómez. Este inquieto ingeniero aeronáutico compagina su trabajo con un proyecto que ha creado desde cero y saca adelante con fondos propios.

Su profesión nada tiene que ver con el textil, pero a Álvarez siempre le han gustado las zapatillas y esa afición le llevó a estudiar diseño de calzado. «Me las tuneaba. Lo que siempre había querido hacer eran zapatillas, pero no me atrevía a dar el paso, me parecía algo complicado y me metí en otras cosas», reconoce. Con alma de emprendedor, ha desarrollado varios proyectos, algunos vinculados al reciclaje, que no ha terminado de llevar a cabo. «El último importante era para reciclar aerogeneradores. Tuvo mucho apoyo de instituciones y empresas de aerogeneradores, pero a la hora de ejecutar pensé que me iba a meter otra vez en una fábrica a hacer el proceso y no me motivaba», confiesa. Tenía claro que para embarcarse en una iniciativa, debía apasionarle y con Basq lo consiguió, uniendo tres de sus inquietudes.

A finales de 2017, Álvarez empezó a buscar fábricas que pudiesen hacer las zapatillas que él quería. No fue fácil. «En el momento en que te sales de un patrón establecido, es complicado. Hay que hacer troqueles, moldes, buscar formas que se adapten, hacer las suelas… Es un proceso que no hacen todas las fábricas», explica. Fue un camino de «ensayo y error» en el que recorrió la península hasta que encontró lo que buscaba. Los valores del proyecto van más allá de los materiales, y se reflejan también en el proceso de producción, por lo que seleccionó fábricas que trabajan con energía solar, y en las que las zapatillas se hacen a mano, desde el cosido hasta el montado, una a una.

La sostenibilidad «está muy en boga» en el mundo de la moda, pero cuando él empezó no había tanta conciencia. Como aficionado al surf era muy consciente de la contaminación plástica de los mares, por lo que siempre tuvo claro que uno de sus objetivos era hacer unas zapatillas 100% recicladas con materiales que pueden encontrarse en la playa. «Es el distintivo de la marca. Intento hacer algo diferente, aportar algo que no hay o escasea en el mercado actual y poner un granito de arena». El relleno, la plantilla así como el tejido tienen su origen en botellas de plástico reciclado que transforman en hilo en Barcelona y después convierten en tejido en Valencia. Por su parte, las suelas son de neumáticos usados y las produce una empresa de Gipuzkoa.

El principal problema de este tipo de producción es que los pedidos deben ser muy grandes para que acepten el trabajo, lo que supone una gran inversión. Hasta el momento, Álvarez ha financiado el proyecto exclusivamente de su bolsillo y compaginándolo con su empleo, gracias al que dispone de más recursos. Al inicio, pidió una ayuda que no le concedieron, pero decidió seguir. «Tienes que estar muy decidido. Tiramos para adelante y no me arrepiento. Al final, para eso está el dinero, para invertirlo en cosas que realmente te aporten», afirma.

El plástico como símbolo

Las zapatillas Basq llegaron al mercado el pasado julio y poco después, amplió la oferta con sudaderas y camisetas que siguen los mismos principios. La intención del responsable es investigar y utilizar otros materiales reciclados, «para evitar que se utilicen pesticidas, el consumo de agua indiscriminado...». En la nueva colección ha incorporado algodón reciclado, lo que supone un gran ahorro de agua, ya que son necesarios 11.000 litros para producir un kilo, «es una salvajada». No obstante, tiene claro que los laterales del tejido siempre serán de plástico reciclado, «porque es un símbolo de la contaminación plástica de los mares por la que surgió el proyecto».

La marca vende sus productos online, en algunas tiendas físicas y en markets, sobre todo en Madrid y Barcelona. Sin embargo, debido a la situación actual sus canales de venta «se han ido al garete», por lo que Álvarez sabe que «ahora toca reinventarse, repensar. Darle a todo una vuelta. La colección ya estaba pedida, llega ahora, llega tarde y en los canales habituales no la voy a poder vender». En preventa ya ha vendido algunas piezas, y al resto intentará darle salida a través de otros canales de distribución y venta, adelantando pasos que iba a intentar más adelante. Reconoce que «ahora mismo, la clave es subsistir. La crisis no llega en un buen momento, sobre todo cuando estás intentando crecer».

Sus clientes son principalmente personas concienciadas con esta problemática, a las que les gustan las zapatillas o el propio proyecto, porque tal y como admite Álvarez, «es un zapato caro», que ronda los 80 euros. Vende más en la CAV que en el Estado español, ya que «aquí estamos un poco más concienciados, somos más como los países del norte de Europa; pero sigue costando». Su mercado está fuera, en el continente, de donde sin hacer ningún esfuerzo de promoción –«no tengo ni traducida la web»–, le llegan pedidos de varios países europeos.

Álvarez es fundador y único socio, pero hay otras seis personas que trabajan indirectamente en la empresa. El emprendedor valora este primer año como «muy gratificante». Ha tenido mayor repercusión de lo esperado y las zapatillas han gustado. No se arrepiente de haberlo intentado. «La experiencia es espectacular. Estoy apasionado, encantado, solo le veo beneficios. El único problema es que, en caso de que no salga, voy a perder dinero, pero para eso está. Si lo puedes utilizar para intentar perseguir tus sueños, bien utilizado estará», concluye.