Ane RUIZ DE OTXOA
LIBROS PARA UNA CUARENTENA

Cobardía y coraje en las murallas

No hay ejemplo de confinamiento más extremo que el de una ciudad asediada. Si además la urbe es la cabeza de un imperio agonizante y de religión opuesta a la de los sitiadores, el conflicto multiplica su trascendencia.

Cuando el sultán otomano Mehmet II, al frente de un ejército de ochenta mil soldados, cercó los veintitrés kilómetros de muralla defendida por escasos siete mil hombres el destino de Constantinopla estaba cantado. En realidad, Bizancio había empezado a desmoronarse siglos antes y no solo a causa de su lucha en solitario contra la media luna.

Roma contemplaba con indiferencia los apuros de la otra cabeza de la cristiandad. En ocasiones incluso los provocó, como en el saqueo de la ciudad en 1202 con ocasión de la cuarta cruzada. Genoveses, venecianos, armenios y catalanes se beneficiaron durante siglos de su debilidad para obtener privilegios comerciales.

Sin embargo, cuando finalmente Constantinopla cedió ante el turco en 1453, un escalofrío recorrió Europa.

Runciman, en su extraordinario ensayo resalta la épica del asedio, sus últimos días.

También la ceguera de Occidente ante la amenaza. Fue notoria la cobardía de cientos de genoveses y venecianos abandonando en el último momento la ciudad que los había enriquecido.

Ante la hora decisiva también hubo quien estuvo a la altura. Pocos como Francisco de Toledo y sus caballeros quienes, invocando un lejano parentesco con el emperador bizantino Paleólogo, esquivaron el cerco y se encerraron en la ciudad pereciendo junto a sus defensores.