Jaime IGLESIAS
MADRID
Interview
PAUL MORRISON
CINEASTA

«No todos los héroes tienen que tener veinte, treinta o cuarenta años»

Nacido en Londres en 1944, debutó como director de documentales para televisión a finales de los años 80. Su debut en el largometraje, «Solomon and Gaenor» (rodado mayoritariamente en galés) le valió en 1999 una nominación al Oscar a la mejor película extranjera. Este viernes llega a las salas su última película, «23 paseos», una historia de amor otoñal protagonizada por Dave Johns y Alison Steadman.

“23 paseos” es una película de una sencillez que desarma bajo la cual subyace la complejidad de la experiencia acumulada. A través de una historia de amor que va fraguándose a fuego lento entre un hombre y una mujer que sobrepasan los 70 y que se conocen paseando a sus perros, Morrison lleva a cabo un acto de reafirmación generacional y un canto a la vida. Para ello se sirve de Dave Johns y Alison Steadman, dos rostros habituales del mejor cine social británico conocidos por sus trabajos a las órdenes de Ken Loach y Mike Leigh, respectivamente.

En el cine británico hay una larga tradición de películas que han buscado dar visibilidad a los problemas de la gente humilde, de la clase trabajadora. Sin embargo, últimamente, este tipo de personajes parecía que había desaparecido de las pantallas. ¿Su película es una apuesta por dar continuidad a dicha tradición?

Yo no tengo empacho en reconocer que soy un cineasta muy político y que en todas mis películas hay una corriente subterránea de activismo que refleja mi preocupación por el modo en que el Estado del bienestar ha sido socavado en Gran Bretaña. Pero, en este caso, me apetecía poner el foco no tanto en lo colectivo como en lo personal, porque “23 paseos” no deja de ser una historia de amor, una historia donde hay momentos de tristeza, momentos de esperanza e instantes de enorme felicidad. Y eso para mí también es importante, el hecho de mostrar ambas caras como reflejo de lo que es la vida.

 

«23 paseos», efectivamente, es una historia de amor, pero entre personas que tienen más de setenta años, algo que tampoco es que estemos muy acostumbrados a ver en el cine. ¿Cómo lo abordó?

Al hacer esta película lo que quería era llevar a cabo una reafirmación de una generación a la cual pertenezco, constatar que existimos, que seguimos estando presentes y también evidenciar que yo, personalmente, a mis 76 años, sigo estando aquí con cosas que decir. No todos los héroes tienen que tener veinte, treinta o cuarenta años, también las personas mayores podemos serlo. Yo creo que todos, en nuestra vida, somos héroes, da igual la edad que tengamos. A los 70 sigues teniendo la necesidad de tener un contacto personal, físico, con otras personas. Es falso eso de que uno se apaga con el paso de los años; mientras sigas viviendo, esas necesidades afectivas siguen existiendo.

 

Y no solo afectivas, también necesidades sexuales, tal y como usted refleja en la película; derribando, de paso, otro lugar común, ese que presenta a la gente mayor como personas asexuales.

Sí, y fueron escenas que requirieron de mucha preparación porque, si siempre nos genera pudor mostrar nuestro cuerpo, cuando llegas a una edad es aún peor porque estás íntimamente convencido de que sin ese vigor que tenías cuando eras joven tu cuerpo luce como algo decrépito. Pero después de muchas conversaciones y una vez superaron esos prejuicios, lo cierto es que tanto Alison Steadman como Dave Johns decidieron lanzarse de cabeza y consiguieron que fuese una escena genial. Porque además no se trata de una escena de sexo al uso donde el encuentro entre dos cuerpos aparece sublimado, sino que refleja toda la torpeza de esa aproximación llena de dudas y de inseguridades. De hecho, mientras están juntos en la cama, los personajes pasan de la risa al llanto y de nuevo a la risa, hay un sentimiento de felicidad pese a todo, que era el que a mí me interesaba mostrar.

 

¿Cree que el edadismo es una realidad y que vivimos una discriminación de las personas en función de su edad biológica?

Creo que sí y es algo que se evidencia a todos los niveles. La crisis del Covid ha dejado imágenes terribles acerca de cómo se ha tratado a la gente mayor, sobre todo a aquellos que no pueden valerse por sí mismos y que están internos en residencias. Cuando todo esto pase habrá que depurar responsabilidades. Pero más allá de eso, se trata de una discriminación que hunde sus raíces en el modo en que adoramos la juventud asociándola a belleza, a plenitud, a fuerza, a vigor… Y eso forzosamente crea prejuicios y crea discriminación hacia los ancianos. Yo creo que todas las generaciones tienen derecho a ser escuchadas y hay que respetar de verdad, no solo nominalmente, las necesidades de la gente mayor.

 

Hay un momento en que los protagonistas reflexionan sobre las incertidumbres que se ciernen sobre las nuevas generaciones como lamentando no haber sabido defender las conquistas sociales que ellos mismos lograron. ¿Cree que la sensación de fracaso que pesa sobre los personajes más allá de sus dramas personales tiene que ver con esto?

Es que vivimos presos de una paradoja porque, como te decía antes, vivimos glorificando la juventud y eso nos hace silenciar las necesidades de la gente mayor, pero lo cierto es que ahora mismo ese culto a la juventud no tiene tampoco una expresión real en las políticas que se emprenden, no es que el presente sea incierto para los mayores, es que tampoco se vislumbra futuro para los jóvenes. ¿Quién va a pagar las consecuencias de esta crisis sanitaria o del Brexit o de las políticas medioambientales? Los de mi generación desde luego no, porque dentro de veinte años ya no estaremos aquí, pero nos inquieta pensar en la situación que van a heredar nuestros hijos y nietos.

 

Esa paradoja también se da en lo referente al cine, ¿no? La mayoría de quienes acuden a las salas tienen más de 40 o 50 años y se les condena a ver historias protagonizadas por gente joven en la que les cuesta reconocerse.

Tienes toda la razón, aunque creo que las cosas están empezando a cambiar un poco en ese sentido. Honestamente, espero que cada vez haya más películas que reflejen las vivencias de la gente mayor, pero para mi lo importante no es eso, sino que esas películas sean honradas a la hora de reflejar la experiencia de vida de esas personas. Desde este punto de vista, también me gustaría que hubiese más películas que reflejasen honestamente las experiencias de la gente joven porque la mayoría de películas que se hacen protagonizadas por personas de menos de 30 años están totalmente desconectadas de la realidad. El problema de fondo es ese.

En este sentido, en Gran Bretaña, en los últimos años y, sobre todo gracias a la televisión, se han empezado a hacer ficciones que reflejan las dificultades de la juventud actual y ese cambio de paradigma, huyendo del artificio narrativo y dejando que la verdad penetre en las historias que se cuentan. Me parece positivo.

 

¿Hasta qué punto su experiencia como documentalista le ha ayudado para insuflar esa verdad a sus largometrajes de ficción?

Es una cuestión muy interesante pero que, realmente, nunca me había planteado. Supongo que cuando trabajas en el ámbito documental sellas un compromiso con la verdad muy estricto que te lleva a tener un control muy limitado acerca de aquello que estás contando porque debes ser honesto con la realidad y dejarte guiar por ella. Si en su momento dejé de rodar documentales y empecé a hacer cine de ficción fue precisamente porque quería tener un mayor control sobre el material con el que trabajaba. Pero viéndolo en perspectiva, supongo que mi experiencia haciendo documentales me hizo redoblar mi compromiso con lo que estoy contando hasta el punto de intentar proyectar una mirada honesta sobre la historia, es algo que forma parte de mí.