Iñaki ZARATIEGI
DONOSTIA
Interview
Julio villar
Caminante

«En ‘¡Eh, petrel!’ doy tanta importancia a un grillo como a un temporal»

Medio siglo después de que Julio Villar diera la vuelta al mundo en el velero Mistral y escribiera su diario “¡Eh, petrel!”, el libro se ha publicado en euskara. Lo ha traducido el exremero de Orio Ibon Gaztañazpi y lo edita el espacio Albaola de Pasaia, en colaboración con el colectivo Zumardia de Tolosa.

(Mendi URRUZUNO)

Muy adecuado parece que el centro Albaola Itsas Kultur Faktoria, de Pasai San Pedro, haya editado “E, petrel! Nabigatzaile bakarti baten koadernoa”, la traducción de “¡Eh, petrel! Cuaderno de un navegante solitario”, que Julio Villar escribió sobre sus cuatro años y medio de navegación solitaria. Lo publicó en 1974 la barcelonesa Editorial Juventud y lo ha elaborado el exremero oriotarra Ibon Gaztañazpi, en colaboración con la asociación Zumardia, de Tolosa.

La reedición se presentó en el coqueto salón de la factoría sanpedrotarra, en una también adecuada noche de mar movida y chubascos. Su responsable Xabi Agote recordó la coincidencia de los 500 años del viaje de Elkano, los 50 del de Julio y los 25 de la propia Albaola. Hubo música, recitados, proyección de los dibujos del libro o viejas instantáneas, la sorpresa de los vídeos enviados por las tres hijas del protagonista y una exquisita merienda, todo en clave amical y colaborativa.

«¡Eh, petrel!» fue un diario de viaje, ¿con intención de publicarlo?

Pensaba remotamente que igual se podía publicar, pero que no iba a interesar mucho porque era una pequeña noticia de algo especial en el plano deportivo.

Con casi cincuenta años de vida y quince ediciones en castellano, ¿qué tiene para seguir en el candelero?

Quizá que está escrito en una forma como la de cualquiera que no sea escritor y la gente se identifica poque me desnudo constantemente, no del todo, pero casi. Siempre me ha sorprendido su tirón, le puse nombre de pájaro porque era el único ser vivo con el que podía hablar en mitad de los océanos y está lleno de pequeñas cosas. Doy tanta importancia a un grillo que me hizo compañía durante meses como a un temporal.

El diario es ya cuatrilingüe.

Se había traducido al francés y al catalán, y un día Ibon Gaztañazpi se me presentó en una cena en Aia y me dijo que lo estaba pasando al euskara. Otra gente, como José Begaretxe, sacerdote de Oiartzun y amigo de la familia, lo había ya intentado sin conseguirlo y cuando vi la cara noblota de Ibon confié en él. Le ha costado tiempo, pero con su tenacidad de arrantzale y remero ha llegado hasta el cabo Matxitxako.

Usted se entiende en castellano, catalán, alemán, francés…

Pero no hablo euskara. Nací en 1943 en Donostia y poca gente de aquí y de aquel tiempo lo habla. He estado ausente, en sitios lejanos, y entre que soy perezoso y la dificultad de la gramática se me ha resistido... Es una pena, porque voy al monte con montón de euskaldunes y tengo vocabulario, pero no me digas nada porque no sabré contestar.

¿Qué impresión tuvo cuando se leyó primero en francés o catalán?

Una sensación rara, muy extraña. Como cuando se han hecho obras de teatro con este libro y “Viaje a pie”; las escucho y me digo si soy yo sobre el que tratan. En dos, el personaje lo protagoniza una chica, así que hay espacio para que yo pueda ser una mujer. Con “¡Eh, petrel!”, mi amiga parisina Bernadette Onfroy desarrolló un monólogo con efectos especiales y Mikel Sarriegi, de Hondarribia, hizo una versión dramatizada con la compañía Astrolabium.

¿Y ahora, al hojearlo en euskara, aunque le cueste entenderlo?

Me he emocionado y pienso que ahora tiene dos padres: Ibon Gaztañazpi y yo.

Se le encumbró como «el primer español en realizar una circunnavegación en solitario», pero su vuelta al mundo no tenía intención deportiva.

Ni patriótica. Era guía “pirata” de escalada, tuve un accidente de montaña, me operaron dos veces… ¿Qué podía hacer? Me fui por ahí en barco, sin saber a dónde iría. Me habían prestado la mínima expresión de lo que es un barco y no tenía de navegación ni papeles. Hice ida y vuelta Barcelona-Baleares y constaté que no sabía nada de mar, pero que podía navegar sin romper nada antes de empezar. Salí hacia Marruecos y, rumbo a Canarias, ya tuve mis primeras nieblas, levantes fuertes…

Ha explicado que no huía de nada.

No, el mundo está ahora más para huir que entonces. Yo salía a comerme la vida y todo eran descubrimientos.

Hubo soledad, desamparo, riesgo y peligro real. ¿Mandó la valentía, la energía juvenil, la inconsciencia…?

Mandaba mucho la energía juvenil, pero no creo que había inconsciencia. Ahora, cuando voy por el Paseo Nuevo con temporal, me digo: «Qué bien que piso suelo». Supongo que le pasará a cualquier marino o arrantzale porque en el mar te separa de la profundidad un centímetro de casco.

Ha solido decir que «¡Eh, petrel!» le quedaba lejano («A veces me pregunto si aquel que dio la vuelta al mundo fui realmente yo»). Pero sigue presente con reediciones, versiones dramatizadas, traducciones…

A veces me molesta porque después he hecho, y sigo haciendo, muchas otras cosas que son importantes para mí, como caminar por el pre Pirineo. Lo cierto es que se ha convertido con el tiempo en mi conciencia. Me gustaría seguir siendo así de sensible y así de tonto como lo era antes.

La navegación ha cambiado.

Con los GPS se navega de modo muy distinto. Antes tenías el sextante, las estrellas, el instinto, el sentido común, la prudencia... Sería absurdo no usar la tecnología, pero nos hemos quitado emociones.

Fue dejando el mar por el oficio de guiar grupos de montaña. En vísperas de cumplir los 80, ¿cómo aguanta el esqueleto? ¿habrá que jubilar la mochila grande?

Volví a la montaña muy en serio y ahí he seguido. Seguramente que un día habrá que cambiar a una mochila chiquita y dejar de llevar grupos, pero por el momento no pienso en eso. Cada semana que salgo al Maestrazgo, el Pirineo… digo: «Disfrutemos y luego ya veremos». Aunque el cuerpo mande ya muchos avisos al navegante.

Decía el prólogo de la décima edición: «Me asustaría descubrir que ya no hablo el mismo lenguaje que hablaba cuando lo escribí. Me dolería descubrir que, con los años, mi alma se ha empobrecido y ya no hay en ella sitio para la ilusión, la curiosidad o la ternura». ¿Cómo encara esa alma la vejez?

De momento, con ternura. No estoy asustado de nada, mientras tenga vida física. No sé cómo me voy a comportar cuando no pueda hacer las cosas que aún hago. Pierdo vista, fuerza… pero gano en ternura hacia mí mismo y hacia todos los viejos, porque la edad nos iguala a todos.

¿La vida es un mar de renuncias?

Somos un mar de aciertos, de equivocaciones... A veces pienso que me hubiera gustado escalar la Norte del Eiger. Y el Himalaya… dejémoslo tranquilo de expediciones comerciales, patrocinadores, compradores de la montaña.

El hermano pequeño de «Petrel», «Viaje a pie», ¿está estudiando euskara?

No, no creo. De momento, no hay propuesta. “¡Eh, petrel!” es muy evocador, tiene ingredientes exóticos mientras que “Viaje a pie” camina por Lobera de Onsella, Huesca, Beceite… donde se supone que no hay nada y no se sabe que hay mucho.