Dabid LAZKANOITURUBURU

Contemporizar cuando no controlas los tiempos

La XII Reunión de Alto Nivel entre Marruecos y España, la primera en casi ocho años, escenifica oficialmente, sobre las espaldas del pueblo saharaui, la normalización de las relaciones bilaterales que Rabat rompió en abril de 2021 con la excusa de la llegada a Logroño del líder del Frente Polisario y presidente de la RASD, Brahim Gali, para ser tratado de urgencia por complicaciones tras haber contraído covid-19. Un mes después, en mayo, 12.000 inmigrantes, de ellos muchos menores, llegaban a nado a las costas de Ceuta sin que la gendarmería marroquí, como se sabe conocida por su respeto de los derechos humanos, moviera una porra.

Transcurrido casi un año, en marzo de 2022, el Gobierno español, es decir el PSOE, respaldaba el plan de autonomía marroquí para el Sahara como «la base más sólida, creíble y realista» para resolver el conflicto.

El giro, que supuso de golpe varias vueltas de tuerca en el incumplimiento por parte de Madrid de sus compromisos para con su antigua colonia, fue refrendado un mes más tarde por el encuentro entre el rey Mohamed VI y Pedro Sánchez y en junio del año pasado cuando el presidente español ratificó ante el Congreso el abandono a su suerte de los saharauis.

Esta secuencia de acontecimientos, que fue seguida por el amago de ruptura de relaciones de la Argelia gasera con el Estado español en pleno inicio de la guerra de Ucrania y su derivada energética, no se entiende, sin embargo, sin recordar que los EEUU de Trump habían reconocido en diciembre de 2020 la «soberanía» de Marruecos sobre el Sahara, en el marco de un proyecto para la normalización de las relaciones de los regímenes árabes con Israel (Acuerdos de Abraham). Reconocimiento que su sucesor, Joe Biden, ha mantenido. En medio de una carrera europea para el reposicionamiento ante Marruecos, con Alemania y el Estado francés en cabeza, el Estado español, chantajeado por Rabat por la cuestión fronteriza, cruzaba el Rubicón.

¿Significa eso para Madrid la solución de sus problemas fronterizos con su vecino? Sí, si consideramos que la matanza de inmigrantes el pasado mes de junio a manos de los gendarmes en la valla de Melilla -entre denuncias como poco de omisión por parte de la Guardia civil- es «resolutiva». No, si tenemos en cuenta que Marruecos nunca renunciará a las plazas africanas.

Lo más sencillo es jugar con el tiempo que a los saharauis se les escurre entre los dedos como la arena del desierto de Tindouf. Pero no está exento de riesgos contemporizar sin contrapartidas claras cuando son los otros los que controlan los tiempos: Israel, EEUU y, muy cerca, Marruecos.