Nuestras pequeñas guerras
Donald Trump se postula como nuevo presidente de los USA para evitar la tercera guerra mundial. Es domingo, hay una tranquilidad extraña en el ambiente, escucho por la radio a una periodista filipina, María Angelita Ressa que fue Premio Nobel de la Paz en 2021, asegurando que la desinformación es tan adictiva como la cocaína, y que se empezó a perder la guerra de la credibilidad periodística en el año 2014, juntándose los intereses de los rusos y su toma de Crimea y los yanquis que siempre están dispuestos a meterse en estos negocios de las redes como elementos desestabilizadores de las democracias. Esta mujer está perseguida por el gobierno filipino y proclama su responsabilidad ética y periodística de decir todo lo que se sabe y de manera impía. Una heroína.
El mismo día que un gerifalte de la Fox, asegura que su medio, en sus canales de noticias, contribuyó de manera deliberada a fomentar el desorden trumpista propagando la mentira del apaño de los resultados electorales en los que al final ganó Biden. Ha tardado un tiempo prudencial para confesar lo que la inmensa mayoría de la ciudadanía terrestre interesada en estos asuntos está convencida de que algunos medios de comunicación son instrumentos de desestabilización democrática, siguen consignas de poderes económicos o fácticos y están propiciando un desembarco suave del fascismo de manera global. Es lo que algunos reconocemos como la tercera guerra mundial fragmentada que arrasa principios desde las redes sociales, o nuestras pequeñas guerras que focalizamos a la ligera muy ingenuamente.

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