Trenes, drones y dragones
Me ha salido un titular de esos que exigen estar a su altura. Los dragones son seres que simbolizan tantas cosas según en qué culturas que, además de proporcionarme en este caso un ritmo ripioso, me ilumina sobre la realidad de la Banca, de la capacidad degenerativa de toda noción fundamentalista del capitalismo rampante. Suiza es hoy el paradigma del cinismo, del intervencionismo, de la contradicción. Cincuenta y tres mil millones de euros públicos para salvar a un banco privado, donde tienen cuentas un gran número de los sátrapas y delincuentes del mundo, forma parte de la idea básica del desastre.
Que en Grecia se siga protestando de manera constante y dura en las calles por un choque de trenes ocurrido hace ya unas semanas en el que hubo un número de muertos considerable, nos sitúa ante una reacción social ante realidades crónicas de desatención a los servicios públicos. Se protesta porque la autoridades griegas llevan décadas sin renovar materiales, sin regenerar las rutas ferroviarias. En este caso, como casi siempre, acabará pagando algún empleado vivo de la cadena de decisiones, pero un buen sistema automatizado y unas vías en condiciones son la mayor seguridad. Si montan en trenes sepan que hay muchas deficiencias estructurales subsanables.
Los drones toman parte de nuestros rezos cotidianos porque aparecen en los escenarios de la guerra de muchas criminales maneras, pero el incidente entre un dron americano y un avión ruso nos alerta de algo muy importante: un roce de estas características fortuito o experimental nos puede llevar al caos.

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