Raimundo FITERO
DE REOJO

Esto tiene nombre clínico

Entre calores climáticos, políticos y económicos, es normal que suba la tensión arterial y la funcional, por lo que mirar al cielo y no encontrar ni rastro de estratocúmulos puede entenderse como una forma posmoderna de asimilar que el tiempo pasa sin pedir permiso a nada ni a nadie y que todo lo que nos encontramos escrito en el horóscopo o en la última analítica es coyuntural, circunstancial, sin más valor que el nominal para emprender una dieta de adelgazamiento o una cura de soberbia.

Esa sensación tan arraigada de que cosas, modas, canciones, equipos de fútbol, partidos políticos, corresponsales de guerra, poetas de amaneceres, poetisas de atardeceres y narradores del desasosiego junto a platos de nueva cocina ya no nos interesan ni siquiera como detalles nostálgicos para animar charlas de tardeo, se llama en sicología anhedonia y se considera uno de los síntomas de los procesos depresivos, ya que se inocula en nuestros quehacer cotidiano hasta animadversión sobre asuntos que antes nos producían satisfacción y/o admirábamos.

Anhedonia debe ser lo que sentimos cuando vemos en un menú del día o de boda de primer plato pastel de cabracho. O cuando alguien anuncia a bombo y platillo que vuelven las zapatillas Crocs, de las que fuimos fervorosos consumidores. Más difícil es el diagnóstico clínico para explicar la sensación de derrota que provoca en cabezas machacadas la postura política actual de un anteriormente muy admirado Pablo Iglesias. Si todo es lo que parece ser, podríamos pensar que estamos ante un magnífico estratega comercial.