Jon ORMAZABAL
BILBO
FINAL DEL MANO A MANO EN EL BIZKAIA

Un Aitor Elordi de fábula democratiza el Manomanista

Como si del «patito feo» de la fábula de Hans Christian Andersen se tratara, Aitor Elordi ha conseguido democratizar el Manomanista, ese torneo que parecía coto de leyendas y super-hombres y cuyo palmarés cuenta con un nuevo nombre, el de un pelotari que hace sólo un año se fajaba en teloneros y que hoy, de manera tan sorprendente como merecida, brilla con luz propia.

Aitor Elordi es abrazado y felicitado por su tío Garikoitz Txakartegi al término de la final.
Aitor Elordi es abrazado y felicitado por su tío Garikoitz Txakartegi al término de la final. (Marisol RAMIREZ | FOKU)

Pero si Aitor Elordi es hoy un majestuoso cisne, no lo es porque su genética así lo tenía previsto, algo habrá ayudado, pero si Aitor Elordi jugará los próximos doce meses con el gerriko colorado, lo hará por no haber bajado nunca la cabeza y por haber apretado los dientes esperando una oportunidad que le ha llegado en el mejor momento. Preciosa moraleja tanto para esos compañeros que se parten el lomo en los primeros y terceros partidos a la espera de tirar la puerta, como para esos programadores que siempre van a tiro fijo y en los que no termina de cuajar la idea de que sus plantillas son el mejor y único bien que poseen.

Si todavía quedaba alguien que atribuía gran parte de su éxito en el Parejas a su participación junto al zaguero más determinante de los últimos años, es cierto que su txapela Manomanista parte de la carambola inicial de la lesión de Beñat Rezusta, pero lograrla ante el delantero llamado a ser leyenda, ganándole precisamente en eso en el que un ayer incomodísimo Jokin Altuna tanta diferencia saca al resto, es un dato muy a tener en cuenta de cara al futuro.

Porque es innegable que la txapela de Aitor Elordi tiene mucho de trabajo físico, de horas de entrenamiento junto a Gontzal Urionabarretxea, al que acudió cuando él mismo tenía dudas más que razonables sobre si la empresa renovaría su contrato, pero además de su superioridad en el golpe y su condición física, el de Mallabia es hoy campeón por haber tenido la personalidad suficiente y la confianza en sí mismo para disputar una final Manomanista sin mirar por el retrovisor y con la misma osadía de ese primer partido ante Mikel Urrutikoetxea en Lekeitio, primer y único objetivo de Aitor Elordi en este torneo.

SIN PRESIÓN

«Todavía no puedo ni creer lo que he conseguido. He jugado tranquilo, sin ninguna presión especial y eso ha sido clave. Le he ganado como normalmente e él suele hacerlo, dándole la vuelta a la situación en la parte final», analizaba el vizcaino, todavía en esa nube de la que sigue sin bajarse desde hace nueve meses, cuando comenzó una racha que arrancó con el tercer puesto del Cuatro y Medio que, si ya era grande, ha quedado en nada con las txapelas del Parejas y el Manomanista. El mito Juan Martínez de Irujo, quien le calzó la lana del campeón, fue el último en encadenar estas dos txapelas en 2014, casi nada.

Y devolverle a Jokin Altuna la moneda del partido de la liguilla en Eibar, cuando dejó escapar un 18-14 a su favor tampoco es baladí. Y eso que el partido poco o nada tuvo que ver con el del Astelena a finales de abril, por mucho que se repitiera el marcador, con los colores cambiados.

Porque a pesar de que el marcador dijo lo contrario durante muchos minutos, ayer en el Bizkaia Aitor Elordi fue superior a Jokin Altuna de principio a fin. Y eso que, tras un arranque en el que a los dos les costó mantener su saque, Jokin Altuna fue capaz de abrir la primera brecha en el marcador con un 7-2 que no presagiaba nada bueno para Aitor Elordi, por mucho que sus sensaciones en el peloteo no fueran para nada malas.

FIEL A SÍ MISMO

Todo lo contrario, fiel a sí mismo, sin tener que inventar nada del otro mundo, el de Mallabia incomodaba sobre manera a un Jokin Altuna incómodo desde el principio, por mucho que solo tuvo que dar un pelotazo para anotarse su primer tanto. Cuando el peloteo se alargaba, la derecha del delantero azul era más eficaz a la hora de atrasar la pelota, volea letal y poderoso sotamano, sin ningún miedo, el de Mallabia no se dejó en casa ninguna de las virtudes que lo habían traído hasta esta final y peleó cada tanto con calidad y plena determinación.

Durante muchos tantos Altuna se sintió inferior en el peloteo, pero su saber estar y alguna imprecisión de un Elordi que no tenía ninguna intención de dejar pasar cada oportunidad le permitieron al amezketarra controlar el marcador hasta el ecuador, manejando incluso una renta de hasta cuatro tantos en el primer descanso largo(12-8), con tantazos como el 8-6, logrado desde una excelsa defensa tras cruzar 32 pelotazos.

Pudo parecer un momento crítico para Aitor Elordi, que veía como su superioridad sobre la cancha no se plasmaba en el marcador, lo que haría perder el norte a más de uno. Nada más lejos de la realidad. Lejos de desmoralizarse, el vizcaino siguió a lo suyo, incomodando a Jokin Altuna y ni siquiera las dos oportunidades marradas para igualar la contienda minaron una confianza forjada a hierro.

Sin sumar excesivos tantos directos, el saque resultó un valuarte para el de Mallabia, dejando sin respuesta a un rival que no ha sabido dónde colocarse al resto. No tuvo su mejor día Jokin Altuna y eso se vio en esos detalles que tantas veces desequilibran la balanza a su lado. Esas oportunidades de pasar a dominar el tanto que se le esfumaron por falta de determinación, o esos besagain de izquierda que tan bien ejecuta pero que tan poco crédito le dieron, por no hablar de esa rigidez en los pies que le hicieron no lanzarse a por el gancho, pero, sobre todo, se topó con un rival en plena forma que lo obligaba a una perfección que ayer estuvo lejos de llegar a alcanzar.

A la vuelta del descanso, Elordi siguió creyendo en sí mismo, despejó cualquier vértigo a ganar que le podía despistar de su camino y continuó sometiendo a un campeón como Altuna que esta vez no encontró en su chistera un conejo con el que agrandar su leyenda. Aitor Elordi siguió a lo suyo, y suya es una txapela tan inesperada por la forma como merecida.