Raimundo FITERO
DE REOJO

Que parezca un accidente

Ver las imágenes de un avión cayendo en barrena de manera vertical es una experiencia que causa trastornos. Si a ello se añade la constatación de que se trata de un avión privado donde todas las fuentes aseguran que viajan los dos primeros jefes de la agencia de mercenarios Wagner, el algoritmo vital y político de muchas personas se pone en versión centrifugadora sincopada. Según confirma la Agencia Federal de Transporte Aéreo de Rusia, Yevgueni Prigozhin y su mano derecha, Dmitry Utkin, han fallecido en el siniestro.

Son los mismos que hace dos meses se lanzaron con sus cuerpos de ejército hacia Moscú para protestar delante de Putin. Les hicieron recular, disgregarse, unos a Bielorrusia, otros a África, mientras se preparaba el «accidente» que ha sucedido de manera eficaz. Lo que introduce en estos momentos de la guerra en Ucrania elementos de confusión mayores, argumentos de una tremenda eficacia para la confusión absoluta y que cualquier análisis de lo sucedido puede llevar a mayores temores, porque esta acción no aporta absolutamente nada positivo al desarrollo del conflicto y de la situación geopolítica más o menos estabilizada provisionalmente. Si ha sido una venganza de Putin, es un mal asunto, pero si por el contrario este accidente es fruto de acciones de terceros países, la cosa nos coloca en una situación de alto peligro.

El bochornoso asunto del desquiciado Rubiales parece entrar en una fase de desenlace forzado. La soledad del mafioso machista se hace patológica. No parece existir más alternativa que su dimisión o su cese. Pero ya.