Raimundo FITERO
DE REOJO

Epítetos y jerigonza

Me asomo por la celosía de la actualidad a un paisaje incalificable. Miro al termómetro y entro en fase de incredulidad relativa. Leo y escucho a espontáneos y prefabricados portavoces y/o voceros que tienen escritos sus discursos y solamente llego a un punto de calma chicha dejándome llevar por el buen uso del catalán de los intervinientes en la sesión de investidura de Salvador Illa, que ya es oficialmente el Molt Honorable President de Catalunya, creando una sensación compleja porque hace muy pocas horas todo parecía una catástrofe y ahora mismo estamos en un episodio descalificativo fruto del mal uso de una jerigonza desnaturalizada que propicia la salida a modo de escupitajos de epítetos reiterativos de la boca de los desubicados ordinarios.

Un productor de cine explicó que en la películas de indios y vaqueros el que más dinero ganaba era el que alquilaba los caballos. Entonces, difiero, en París el que más dinero gana es el que fabrica banderitas. De todos los países participantes, de varios tamaños, exhibidas con pasión, ritual o simple identificación, forman parte de un panorama desde los puentes y las avenidas parisinas como nunca se había producido. En todas circunstancias, en el mar, la piscina, el tartán o el césped, sea natural o sintético, en las gradas muchas banderas. En el recorrido de la maratón de ayer fue especialmente espectacular esa proliferación de jaleadores de parte, casi como en Le Tour. Tiempos extraños de patriotismo sobrevenido. Ahora caigo: el que ganó más en la llegada y fuga de Puigdemont fue el que vendió los sombreros de paja.