Hospital Filtro: solidaridad de Uruguay con Euskal Herria

El 25 de agosto Uruguay celebra el día de su independencia. Tal vez por ello el Gobierno uruguayo consideró que la víspera sería una jornada propicia para consumar la extradición de Manueltxo Goitia, Mikel Ibañez y Luis Mari Lizarralde, refugiados vascos detenidos en el país sudamericano dos años antes. Sin embargo, la festividad no redujo la movilización popular en contra de las extradiciones, sino que la multiplicó en torno al hospital Filtro, donde se encontraba internados a causa de la huelga de hambre que mantenían desde principios de agosto que se convirtió también en huelga de sed durante los últimos días.
La represión policial fue tremenda. "Egin" informaba en la portada de la muerte de siete personas, de nueve desaparecidos, alrededor de doscientos heridos y varios centenares de detenidos. Posteriormente, se confirmó el fallecimiento de dos personas, que da medida de la represión desatada contra la movilización de solidaridad. También expulsaron a Jon Idigoras, parlamentario en Madrid, y al senador José Luis Elkoro que viajaron al país sudamericano. En Euskal Herria causó una gran impresión el apoyo solidario del pueblo uruguayo.
Todo comenzó en 1992 cuando el Gobierno español pidió la extradición de un buen número de ciudadanos vascos que vivían en Uruguay. La Policía entró en el restaurante La Trainera, donde detuvo a una treintena de vascos, incluidos algunos menores de edad. Finalmente, el Gobierno español cursó una demanda de extradición contra diez personas. Tras dos años de proceso judicial, los jueces uruguayos aceptaron la extradición de tres refugiados vascos: Goitia, Ibañez y Lizarralde.
A principios de agosto, los tres militantes vascos comenzaron una huelga de hambre que más tarde se transformaría en huelga de sed en el hospital Filtro, donde fueron ingresados. Este lugar se convirtió en el centro de las protestas. En las inmediaciones se concentraba la gente día y noche para protestar pacíficamente contra la extradición.
Las fuerzas de izquierda y la federación sindical PIT-CNT fueron clave en el desarrollo de la campaña de solidaridad. La federación llamó un paro de 12 horas. Asimismo, en aquellos tiempos analógicos, tuvieron una relevancia especial las radios CX36 Centenario y Cx44 Panamericana, que cubrieron las movilizaciones e informaron ininterrumpidamente sobre la protesta. De hecho, uno de los muertos, Roberto Falcone, de 34 años y militante del Frente Amplio, murió tras intervenir en una radio. Según cuentan las crónicas, varias personas de paisano lo sacaron de su domicilio y apareció al día siguiente muerto en una calle de Montevideo.
El 24 por la tarde, la concentración de personas alrededor del hospital Filtro fue en aumento. Se reunieron alrededor de 4.000 personas, según algunas fuentes, hasta 20.000, según otras. Las autoridades debían sacar a los tres refugiados del hospital para trasladarlos al aeropuerto Carrasco, donde esperaba el avión que finalmente los trasladaría a Torrejón, en Madrid. Y al parecer optaron por despejar a tiros el camino. La Policía cargó contra los manifestantes en vehículos, a pie y a caballo, disparando tiros y ráfagas de armas automáticas. También utilizaron cordón deflagrante, que provoca grandes quemaduras cuando entra en combustión. En estas cargas murió el joven de 24 años, Fernando Morroni. Tres disparos acabaron con su vida.
SECUELAS DE LA REPRESIÓN
En Uruguay la «Operación Filtro» se conoce como la masacre de Jacinto Vera por el nombre del barrio de Montevideo en el que se produjeron las principales protestas. La represión posterior supuso el cierre definitivo de la radio Centenario y el cierre cautelar de la radio Panamericana. El ministro del Interior uruguayo entonces, Angel Maria Guianola, defendió su actuación y las fuerzas de izquierda pidieron su dimisión como máximo responsable de la actuación policial.
El entonces presidente de Uruguay, Luis Alberto Lacalle, relacionó las protestas con el «terrorismo nacional e internacional», pero, como señaló el periodista Raúl Zibechi en un artículo publicado en ‘‘Egin’’, fue incapaz de explicar las razones que empujaron a miles de uruguayos a movilizarse. Además, la ola solidaria trascendió a las fuerzas de izquierda. Parlamentarios de todo el arco político, incluyendo algunos conservadores, firmaron la petición para que se les concediera asilo político a los tres refugiados vascos.
Zibechi considera que la explicación a esta movilización de solidaridad hay que buscarla en la historia de Uruguay, que siempre fue tierra de asilo y esa consideración forma parte de la identidad nacional de la mayoría de uruguayos que a lo largo del tiempo han recibido emigrantes sin preguntarles sus opiniones políticas o los motivos por los que eran perseguidos.
El viernes 26, la central unitaria de trabajadores PIT-CNT con el apoyo de organizaciones sociales y políticas hizo un llamamiento al paro que paralizó Montevideo. La confusión sobre el número de víctimas seguía siendo grande. Fernando Morroni, la única reconocida en aquel momento, incluso por el propio ministro del Interior uruguayo, fue enterrado en un funeral que contó con la participación de unas 60.000 personas, según los medios uruguayos. La movilización dejó patente la indignación por la sangrienta represión.
En Euskal Herria se siguieron los acontecimientos con «congoja y perplejidad», como se señaló durante la manifestación que se celebró el 27 de agosto en Donostia y que reunió a miles de personas. Antes, el mismo día 25 se hicieron sendas ofrendas florales frente a los consulados de Uruguay en Bilbo e Iruñea. Y el viernes por la tarde hubo movilizaciones en un gran número de localidades de todo Euskal Herria.
El intento del Gobierno de Felipe González de internacionalizar el conflicto vasco buscaba dar a entender a la disidencia vasca que no existía sitio seguro en el mundo. Sin embargo, la solidaridad del pueblo uruguayo supuso duro varapalo a los planes de Madrid de extender la represión contra la disidencia vasca por todo el mundo.
[1986] «The New York Times» sobre Euskal Herria
Alguien dijo que un periódico sublima la mirada que un país tiene de sí mismo y del mundo. Primero ‘‘Egin’’ y más tarde GARA, además de mirar al país y al mundo, también han divulgado las miradas de otros medios de comunicación sobre Euskal Herria.
Por ejemplo, en 1986, ‘‘Egin’’ publicó un amplio resumen de un reportaje publicado la víspera en ‘‘The New York Times’’ sobre Euskal Herria, titulado «Terrorismo vasco, sin final a la vista». El artículo estaba firmado por Edward Schumacher, corresponsal del diario en el Estado español. El periodista recoge los testimonios de políticos, empresarios e incluso de un exmilitante de ETA acogido a la vía de la reinserción.
El periodista recuerda los orígenes de ETA durante el franquismo, la represión contra el euskara y la creciente colaboración francesa. También la opinión de un analista de Inteligencia que dice que la fortaleza de ETA es que tiene objetivos claros y no se pierde en cosas como el «antiamericanismo o el antiimperialismo», sino que «van derecho a lo que dicen que les oprime».

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