Contradicciones entre una realidad social transferida por el fanatismo y los colores de las camisetas y la que transmiten todas las fotos que entren en cualquier colección de momentos institucionales de la UE. En los equipos de fútbol de las ligas profesionales europeas, en cualquier partido que se quiera observar se puede comprobar en una primera instancia que el porcentaje de jugadores afrodescendientes crece y, en muchas ocasiones, supera a la de indoeuropeos. No hace falta mirar muy lejos. Sin embargo, en las instituciones europeas predominan los hombres blancos y de una edad bastante avanzada. En las instancias de responsabilidad y dirección son inexistentes los afrodescendientes y el número de mujeres es bastante residual, cosa que no cuadra de manera exacta con la realidad social general, y en la edad, resulta que de 720 eurodiputados solamente veinticuatro tienen menos de treinta años. Estos datos forman parte de un informe muy amplio sobre la percepción de la Unión Europea entre las diferentes capas de la sociedad europea en los países que forman parte activa de la misma.

En varios países europeos crece el porcentaje de población que considera que estarían mejor fuera de la Unión Europea. Son, precisamente, los jóvenes quienes menos se interesan y conjuga perfectamente con el voto de este grupo a opciones políticas de extrema derecha. Todo en su conjunto, edad, piel, actitud general sobre migración, asilo, exilio, hace que Europa esté en un estado catatónico frente a las convulsiones mundiales. O así lo parece.