Pekín, Tokyo, Seúl
Trump ha unido a China con su enemigo histórico, Japón, y se llevan a su terreno al aliado, casi protectorado de EEUU, Corea del Sur, ahora en alianza comercial chino-japonesa. Los lazos de más de medio mundo aceleran su giro hacia Asia, mientras la credibilidad de EEUU se hunde.
Bajo el mandato trumpista que prometía sosegar las llamas y favorecer los negocios, las guerras siguen y la tensión bélica aumenta día a día. Oriente se prende fuego, la OTAN, tensionada y contradictoria internamente, presiona un aumento de gasto militar. Europa aprueba el mayor presupuesto militar del mundo, y la antigua hegemonía postsoviética de los norteamericanos, ya en un mundo multipolar hace una década, se quiebra definitivamente en una balanza industrial y comercial claramente tendenciada hacia el espacio asiático. Los éxitos del Tío Sam ya no se cosechan, se arrancan con dificultad, y el expansionismo vuelve con el rostro más hostil y beligerante hasta en contra de sus aliados. El gran capital pone su apuesta sobre el rearme, mientras la industria militar se convierte en la gran oligarca. La hiperrealidad ante lo obvio se vuelve absurda mezclada con la alienación de una vida atomizada en lo digital, mientras la subsistencia se dificulta en problemas sin frenos que apuntan a la enorme división de clase en cuestiones de primer orden como el acceso a la vivienda. La acumulación de capital bate récords históricos día tras día, mientras el respeto a los juegos democráticos surgidos tras la Segunda Guerra Mundial se funden ante órdenes cada vez más autoritarios y figuras neofeudales. Las leyes internacionales son casi papel mojado. Gran parte de la economía sigue clavada en los combustibles fósiles, cada vez menos rentables y escasos. La reconversión no parece posible para muchos países a los que les costará una gran tribulación. Ya poco puede evitar la gran conflagración mundial. El viejo orden se desmorona y uno nuevo nace, y como decía Gramsci, en ese impasse surgen los monstruos. Pero también y más que nunca, es nuestra voz organizada, que debe vibrar luminosa en contra del absurdo, poner los puntos sobre las íes, pelear los cimientos del mundo nuevo que llevamos dentro, y debemos, cueste lo que cueste, también encontrar.

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