Paul W.S. Anderson lo vuelve a hacer (mal)

Desde que en 1994 estrenó “Shopping (De tiendas)”, Paul W.S. Anderson ha dirigido más de una veintena de películas, la mayoría caracterizadas por una estética exagerada, tramas vacías y un entusiasmo desmedido por la acción sin sustancia. De toda su filmografía, quizá se puedan salvar dos o tres películas -con generosidad-, pero “Tierras perdidas” no es una de ellas.
Basada en un relato corto de George R.R. Martin, la película prometía una aventura de fantasía con tintes oscuros, personajes en conflicto y un mundo inhóspito. Lo que entrega, sin embargo, es algo más parecido a una partida de rol mal dirigida: efectos especiales que parecen sacados de un demo de PlayStation 2 y actuaciones de algunos secundarios que harían sonrojar a un extra de “Pasión de gavilanes”.
Anderson vuelve a demostrar sus limitaciones como narrador. Su obsesión por la acción estilizada eclipsa cualquier intento de desarrollo temático o emocional. El guion, coescrito por el propio director, simplifica el texto original hasta despojarlo de su complejidad.
A pesar de algunos escenarios interesantes, todo es demasiado genérico y no tiene identidad. Los efectos visuales, con un CGI poco pulido, recuerdan más a una producción televisiva que a un largometraje con ambiciones épicas. Anderson sigue demostrando que su obsesión por el estilo sobre el contenido le juega en contra.
“Tierras perdidas” tenía cierto potencial: la fuente literaria, los actores, incluso la premisa. Pero bajo su dirección, todo se reduce a ruido, confusión y una sensación persistente de desperdicio.
Otro intento fallido de Anderson por trasladar mundos de fantasía épica al cine de acción, repitiendo fórmulas ya gastadas sin aportar innovación narrativa ni estética.

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