No hay manera. Te pones a escribir sobre lo que has extraído de manera subjetiva de la actualidad más inmediata y a la tercera frase te salta una alarma del teléfono y te cambia el rumbo. O, al menos, te lleva a profundizar todavía más en la sospecha de la existencia de unas tensiones políticas, policiales, judiciales, militares y económicas que está opacadas por todo el circo mediático que nos acosa.

La OTAN acuerda por aclamación lo de incrementar hasta el 5% del PIB en gasto militar para todos sus miembros. Es un trágala trumpista. Es un chantaje más. El Reino de España ha debido firmar, aunque haya negociado el Gobierno una suerte de bula para regular en el tiempo esa locura militarista, al menos de cara a algunos de sus socios. Las posturas antimilitaristas quedan adheridas en una carpeta juvenil. Estamos viviendo tiempos duros, hay demasiados cafres al frente de algunas delegaciones de los poderes reales. Y no digo más.

El Parlamento español es una muestra de la decadencia política. Podemos achacar a unos u otros sus actitudes. La extrema derecha española bicéfala anda escocida. Le han puesto un señuelo y han caído en la trampa por su ansiedad. Hoy toca desautorizar al Tribunal Constitucional porque su pleno ha avalado la Ley de Amnistía. Vamos a escuchar nuevas cornetas golpistas con sordina. La batalla de los zapadores mediáticos, los jueces asilvestrados y los políticos descerebrados contra esa ley ha quedado en derrota o frustración. Una más. Este alboroto con la UCO y sus informes puede acabar exactamente igual. O peor.