Lucie DE PERTHUIS

DODGEBALL MARFILEÑO POR LA COHESIÓN

En Costa de Marfil, el «dodgeball» se ha convertido en algo más que un juego: una vía de unión social y orgullo con raíces africanas.

Integrantes de la selección nacional marfileña, durante un entrenamiento.
Integrantes de la selección nacional marfileña, durante un entrenamiento. (Sia KAMBOU | AFP)

Inspirado en una práctica ancestral, el dodgeball vive un auge en Costa de Marfil, donde recientemente se ha disputado el torneo continental. Con reglas simples —seis jugadores por equipo que deben eliminar rivales golpeándolos con un balón—, este deporte creado como federación en 2020 ya reúne a 16 clubes y 1.500 licencias. Para la jugadora Ruth Combe, más que una competición, es una forma de comunicación entre etnias y religiones distintas. También la presidenta Josiane Yao lo define como «herramienta de paz y cohesión social». Uno de sus rasgos distintivos es la categoría mixta, en la que hombres y mujeres comparten cancha. La anfitriona Costa de Marfil, vigente campeona africana, defendía su título en Abiyán frente a otras 14 naciones. El juego, popular en el mundo como balón prisionero o campo quemado, tiene raíces en África, donde en el siglo XIX se practicaba con piedras como entrenamiento de combate, antes de evolucionar a los balones de cuero introducidos por misioneros. Hoy se juega en 150 países. En Costa de Marfil, el dodgeball se consolida como un deporte de futuro y, sobre todo, como un símbolo de unión.