«Lluvia de albondigas 2» presenta una nueva mutación
Siete guionistas forman el equipo de creadores de la segunda entrega de una rentable franquicia animada, que inventa unos nuevos personajes llamados foodimals, los cuales nacen del cruce entre la comida y los animales. Los puerrisaurios homenajean a «Parque Jurásico».

Sony Pictures Animation ha previsto hacer al menos una recaudación mundial como la que consiguió la primera parte de «Lluvia de albondigas», que fue mal traducida del original en la distribución, ya que en realidad debería ser «Nublado con posibilidad de albondigas» en referencia a la jerga metereológica.
Es probable que esta segunda parte resulte incluso algo más rentable, debido a que ha costado menos de los 100 millones de su predecesora, exactamente 78.
Nacen los foodimals.
El guión de la película ha pasado hasta por catorce manos, al seguir el sistema de tormenta de ideas. Un equipo formado por creadores que ya estaban, y otros que se han sumado a la franquicia, ha aprovechado líneas argumentales e invenciones desestimadas inicialmente por falta de espacio. El nuevo largometraje animado empieza donde el otro acababa, con el aspirante a científico Flint Lockwood creyendo que ha resuelto los desastres naturales causados por su máquina de convertir la lluvia en alimentos. Sin embargo, no es así, y aquel aparato con muchas iniciales está dando lugar a unas criaturas mutantes, pues todavía registra actividad.
Se trata de los foodimals, nacidos del cruce entre la comida y los animales. Esto da lugar a especies como los puerrisaurios (puerro y dinosaurio), los flamangos (mango y flamenco rosa), los gambancés (gamba y chimpancé), los patatótamos (patata e hipotótamo), los tacodrilos (cocodrilo y taco mexicano) o las burguerañas (araña y hamburguesa de queso o completa).
La fauna es muy divertida en su diseño disparatado, y se inscribe dentro de una aventura surrealista y con una atmósfera lisérgica para menores de edad, un poco al estilo absurdo de «Bob Esponja».
Tal vez pueda plantear dudas pedagógicas, porque echarle imaginación al consumo alimenticio para que el menú infantil sea más atractivo está bien; pero jugar con la comida, sobre todo en tiempos de crisis, indica una falta de consideración hacia los que tienen menos variedad en su mesa.

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