Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

Oxímoron

Una manifestación no es un duelo. No quiero ir de borde, pero, en mi opinión, aquellos que gritaron euskal presoak etxera fueron consecuentes con un acto donde vas... para manifestarte, para reivindicar algo

La RAE define el oxímoron como la combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido; por ejemplo, silencio atronador.

Quevedo hablaba del «hielo abrasador». La mística Teresa de Ávila decía sentir un «sabroso dolor». Hoy Lacan hablaría de sadomaso. Dejémoslo.

Malos tiempos para la lírica, que decía el recién occiso Germán Coppini. Hoy todo es oxímoron y/o pleonasmo («persona humana»). Puritito prosaísmo y desbarranque sintáctico. El sábado día 11 de este mes hubo una manifestación en Bilbo que se ha calificado, con toda razón, de «histórica». Pero, también, de «silenciosa»: he aquí un, otro más, oxímoron. Una manifestación pública no puede ser silenciosa jamás. Una manifestación no es un duelo. No quiero ir de borde, pero, en mi opinión, aquellos que gritaron euskal presoak etxera fueron consecuentes con un acto donde vas... para manifestarte, para reivindicar algo. Un «algo» y un «alguien» que no son «anecdóticos», como he oído por ahí. Y no de las cavernas precisamente. Más respeto, consideración y decoro, señor mío.

A los fascistas no les gusta que les llamen fascistas. Hace poco, miembros de la AVT vinieron por estas tierras y les llamaron lo que son: fascistas. Gentes con los hígados reconcomidos, vengativas y con prebendas sinalagmáticas. Ellos no son fascistas, son demócratas. Cuando de mí dicen que soy un comunista del pleistoceno, me lo tomo como un halago, no como un insulto. Pero a un fascista no le gusta que se lo digan a la cara. No se lleva. Nadie, o casi nadie, es lo que dice ser, políticamente hablando. Ya escribí sobre esto hace años (por cierto,en abril se cumplirán ya catorce de mis Jo Puntua en GARA ¡y todavía no me han echado! Una cuestión de diván, sin duda).

Sin embargo, los fascistas te llaman «terrorista» por cualquier cosa, lo mismo por romper un cajero que quemar un contenedor. Ya no son chiquilladas ni gamberradas: es «terrorismo» que incurre en el Código Penal. ¿El delito? Pensar. Y tener conciencia. Los «demócratas», más finos, le llaman «vandalismo», sin saber siquiera quién carajo eran los vándalos. A los vecinos del barrio Gamonal de Burgos ya los llaman «antisistema». Hasta Mario Conde es «antisistema», te cagas. Se llenan la boca como si necesitaran repetirlo como mantra hasta la náusea para creérselo, con eso de «nosotros,los demócratas» o el latiguillo del «Estado de Derecho» que ni saben lo que es. No se lo creen ni ellos, igual que en el Vaticano nadie cree en Dios. Se trata de que lo creamos nosotros, el vulgo, la chusma. Dime de qué presumes...

Las promesas electorales están para no cumplirlas, decía cínicamente Tierno Galván, un profesor de Derecho Político. Rajoy hace lo contrario de lo que pone su programa (que nadie leyó). O el PSOE, qué más da. Son estafadores profesionales. Y su arte, el oxímoron. Como decir «inteligencia militar» de origen piobarojiano. O educación religiosa. O guerra santa. O ética empresarial. O mercado libre. O ruidos sordos. O creencia científica. O monarquía moderna. U opinión objetiva. O vida eterna. O este cura no es mi padre... pero esto ya es un pleonasmo, una redundancia.