Oihane LARRETXEA
CON LOS AFECTADOS EN DONOSTIA

Volver a la rutina con la ayuda de muchas manos

Regresamos dos días después del oleaje a la zona más afectada de la Parte Vieja donostiarra.Los semblantes de los propietarios son serios, hay mucho trabajo por delante y la vuelta a la normalidad se ve lejana. Pero no todo es amargo, porque el suceso ha sacado a relucir la ayuda de amistades y vecinos.

Tras el impacto que les supuso ver su negocio inundado, es momento de ponerse manos a la obra: hay que terminar de extraer todo el agua, limpiar el barro y hacer un inventario con las pérdidas, que son importantes. Mientras tanto, esperar la llamada del Consorcio de Seguros... con la esperanza de escuchar buenas noticias.

Habitualmente con mucho trasiego de repartidores, ayer pocos se dejaron ver por la calle 31 de Agosto de la Parte Vieja, una de las más damnificadas. Únicamente se acercaron para atender los pedidos de aquellos bares que no han sufrido daños. El resto, se empleaban a fondo en poner algo de orden. Las cajas y residuos que se acumulaban a las puertas eran una pequeña muestra del desastre que guardan los sotos, como es el caso del bar Martínez -en la foto que ilustra esta crónica-.

Jesús, su propietario, no podía contener los nervios cada vez que comprobaba el estado del bajo de su local, y exclamaba que no podía perder «ni un minuto más». A su lado estaba su agente de seguros, que intentaba tranquilizarlo. Le aseguraba que los trámites están en marcha y que el siguiente paso corresponde al consorcio. «Aún no tengo noticias de ellos. Y aviso de antemano que no pienso adelantar ni un euro», decía.

Abajo, otras cuatro personas ayudaban a Jesús a limpiar, pero sobre todo a retirar las cosas en grandes bolsas de plástico para tirarlas a la basura: prácticamente todo ha quedado inservible en este bar.

La sociedad gastronómica Hamaikak Bat, por su parte, ya ha hecho toda la limpieza, y ayer por la tarde tenían previsto hacer el cálculo exacto de las pérdidas económicas. Según avanzó a GARA Gorka Arcelus, la cocina, con el fuego y el horno, así como varias cámaras frigoríficas y muebles de madera se han estropeado.

Mercadillo solidario

En el transcurso de su relato, Arcelus agradeció enormemente la ayuda que están recibiendo por parte de otras sociedades, como Gaztelupe, «que arrimaron el hombro desde el minuto uno». También ensalzó la labor de bomberos, guardia municipal y servicios de limpieza, que «trabajaron como titanes».

La ayuda desinteresada también tocó la puerta del negocio de Laura Verdeny, Michael's. «Esto no se paga con nada. No sé cómo agradecértelo», le decía a una buena amiga. «Qué cosas tienes, ¿para qué estamos las amigas si no?», le respondió.

Manos conocidas y también desconocidas, porque, en palabras de Verdeny, «esta calle es muy solidaria». Así explicaba la ayuda que está recibiendo de muchos vecinos. De hecho, contaba que ha llegado a tener a doce personas al mismo tiempo dispuestas a lo que hiciera falta.

Mientras mantiene la tienda cerrada por un tiempo que aún no se atreve a definir, atenderá a su clientela en el negocio que regenta en la calle Arrasate. Con los objetos que no están en condiciones para vender, propone organizar un mercadillo solidario entre los comercios que están en la misma situación.

La visita termina con Miren Olano, a quien GARA ya entrevistó el domingo. Su tienda, Fiori, ubicado en la esquina que une 31 de Agosto y San Vicente, resultó muy dañada precisamente porque le venía el agua por las dos direcciones. «Todavía tiene agua, y sigo a la espera del consorcio. Estoy atascada y preocupada, porque no tengo qué vender», contaba. El ánimo, en su caso, ha llegado del barrio, pero también de los padres de la ikastola.

Arcelus, de la sociedad Hamaikak Bat, lo resumió así: «chapó por todas esas personas».