CRíTICA: «El poder del Tai Chi»

Keanu Reeves homenajea a su maestro Tiger Chen

La prensa sensacionalista, y también la que no lo es, ha encontrado una diana fácil en Keanu Reeves. Le han colocado la etiqueta de idolo caído, habida cuenta de que sus películas ya no recaudan en Hollywood lo que solían. No se le puede culpar del fracaso comercial de la millonaria producción «La leyenda del samurái», que era un total disparate en sí misma. Es más, con «Man of Tai Chi» se rehace moralmente de aquel ruinoso artificio, al dirigir una genuina película de artes marciales, sin mayores pretensiones que las de disfrutar con lo que realmente le gusta.

Detrás de la cámara, Keanu Reeves asume a la perfección las señas de identidad del género tal como se practicaba en la industria de Hong Kong durante los años 70. Recurre a las viejas técnicas visuales que lo hacían tan caracterísitico, como esos rápidos zooms al rostro de los luchadores en primer plano, justo antes de volver a atacar a su contrincante. Se fija igualmente en cineastas más actuales de dicha procedencia, sobre todo en las espectaculares planificaciones del gran Johnny To, tomando prestadas sus grúas aéreas de recorrido interminable.

Los combates cuerpo a cuerpo están rodados sin engaños, captando al detalle cada golpe, cada movimiento, cada llave. Todo resulta muy físico, y de ahí que la película entera sea un homenaja a su maestro en lucha oriental Tiger Chen. Tan hábil luchador pone en escena las siempre envolventes coreografías del internacionalmente reputado Yuen Woo-ping.

Las pegas, si hay que ponerselas, vendrían del lado del guión de Michael G. Cooney. Su objetivo es conciliar las escenas de acción con su trasfondo filosófico, por lo que hay mucho rollo zen sobre la búsqueda de la armonía entre la fuerza externa y la interior.

De cualquier modo Keanu Reeves se ha echado a un lado, reservándose el rol secundario de villano de la función. Demuestra coherencia en su decisión, en cuanto que representa un sentido de la corrupción de clara influencia occidental, a través de las peleas ilegales.