Alí Babá y el rastro del dinero
Tambores y trompetas anuncian la Semana Santa. A punto de finalizar la cuaresma, los cristianos se preparan para conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. La compleja maquinaria litúrgica del catolicismo sale de las iglesias e invade muchas, demasiadas, calles de Euskal Herria. Otra vez. En esta ocasión, el sonsonete de cornetas y redobles comparte espacio público con otro ceremonial no menos molesto en su chirriar: la campaña electoral para las elecciones europeas del próximo mes de mayo, que la institución trata de vender a casi cuatrocientos millones de votantes con un lema inquietante: «Esta vez es diferente». ¿Y por qué es diferente? Quizá porque en el viejo continente soplan con fuerza los vientos del euroescepticismo y la eurofobia. O porque la extrema derecha gana posiciones en Italia, Austria, Suiza, Grecia, Hungría, Francia, Finlandia, Suecia, Dinamarca, Noruega, Holanda... O por la manifiesta incapacidad de las instituciones europeas para hacer frente a la debacle económica y financiera. O por la insalvable fractura Norte-Sur con Angela Merkel como férreo e implacable corifeo. No lo sé.
Sea como fuere, las elecciones están en marcha. Los ideólogos del recorte y el desahucio se esfuerzan ahora por vender optimismo a una sociedad desmoralizada y desmotivada. Por eso juran que la crisis está en fase de superación y que las perspectivas apuntan a una recuperación sostenida en un plazo más corto de lo esperado. En otras palabras, que lo peor ha pasado y que pongamos el champán a enfriar. Claro que para eso hay que tener champán. O gaseosa. Y nevera. Y electricidad.
Ya lo verán. A partir de ya nos espera un chaparrón de indicadores que repuntan, índices que mejoran, números que cuadran, estadísticas que ilusionan... Y, porque somos humanos, nos preguntaremos: ¿será verdad, por fin? Un consejo: si les asaltan las dudas, sigan el rastro del dinero y les llevará hasta la cueva de Alí Babá. En lo que va de año, el precio del oro ha subido el 10%. Diga lo que diga Jean-Claude Juncker, en los mercados las alertas siguen encendidas y los inversores mantienen firme su perfil defensivo. No se fían. Yo tampoco.

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