Iñaki URDANIBIA
NARRATIVA COSMOGÓNICA

Las cosas del creer

En la edad de oro de la Primera Dinastía de Babilonia, se produjeron las más grandes obras de la literatura mesopotámica; estamos más de dos milenios antes de nuestra era común, y en este orden de cosas el Poema babilónico de la Creación, conocido como «Enûma Elis», constituye junto con el Poema de Gilgamesh y el Athrasis una de las grandes obras de la literatura mítico-épica de Babilonia y Asiria, y por supuestos una de las primeras cosmovisiones que se conocen. Estamos en los albores de las tendencias por parte de la humanidad a explicarse lo que hay, en medio de sus denodados esfuerzos y en sus primeros pinitos; en este terreno; el texto sirvió a los babilonios como espejo, como creencia, como ritual y hasta como compendio astronómico.

Son varias las tablillas, siete, que se hallaron, en las que quedaba expresada una muestra de literatura, que tomaba pie en antiguos mitos sumerios y semitas, y en la que se daba cuenta de una serie de creencias, de pautas culturales, religiosas y, podríamos decir que, científicas. Texto cuya autoría es anónima y en el que se canta al gran dios Marduk que sale victorioso -tras haber sido nombrado como el dios supremo después de haber sido sometido a diferentes pruebas por la corte divina- en su combate contra los componentes del panteón divino -muy en especial, resulta vencedor de su mayor antagonista, la malvada Tiamat (el mar tumultuoso), que con sus poderes mágicos proyectaba poner todo patas arriba-, y canta igualmente a su gloriosa ciudad, Babilonia. En el texto se refunden varios mitos que parece que tenían vida por sí mismos, y que en este poema se estructuran unidos: la leyenda sobre el origen de los dioses, el mito de Ea y Apsú, el mito de Tiamat, el relato de la creación, y el himno final a Marduk, en donde se cantan la gloria de dicho dios y su papel demiúrgico en lo que hace al terreno cosmogónico, que le llevó a conseguir que el caos primigenio fuera tomando forma ordenada, sirviéndose del cuerpo dividido de su enemiga derrotada, e ideando como colofón la creación del hombre, como se narra también en el Génesis; siempre a través de la lucha como verdadero motor de las transformaciones que van a suponer la victoria del orden sobre el caos, del sol sobre el frío invierno, del bien sobre el mal.

La presente edición cuenta con una clarificadora introducción de Lluís Feliu Mateu y Adelina Miller Albà que sitúa la obra en su contexto, a lo que se ha de sumar la inclusión en el volumen de otras narraciones cosmogónicas que dan una visión de otras tradiciones míticas que datan de los tiempos anteriores a la Mesopotamia clásica; esta versión resulta más acertada que una anterior versión rigurosa que en su momento ( 1981) publicó la desaparecida (¡ Por desgracia! ) Biblioteca Nacional. Este poema sentó las bases para posteriores escritos que adoptaron el aura de textos sagrados, y su huella puede cotejarse en algunos personajes y episodios de la Biblia, del mismo modo que en algunos seres de la mitología griega, por ceñirnos a nuestro ámbito cultural.