Bienvenidos al british show de Jude Law

Todos y cada uno de los grandes actores ingleses se merecen su película, porque a modestia cuando hay que integrarse en un reparto coral nadie les supera. Jude Law se ha ganado con creces su vehículo de lucimiento exclusivo, y se lo ha servido el estadouindense Richard Shepard, todo un especialista en sacar el máximo rendimiento de sus estrellas. Nunca Pierce Brosnan estuvo mejor que en «The Matador», o Richard Gere que en «La sombra del cazador». Claro que a Jude Law le ha permitido jugar en casa, metiéndose de lleno en los ambientes de los bajos fondos del East End de Londres.
Jude Law se ha disfrazado de cockney para la ocasión, luciendo en «Dom Hemingway» la imagen tradicional del delincuente inglés, con gruesas patillas, traje con chaleco abotonado, botines y unos cuantos kilos de más. Sin olvidar el obligado complemento de la jarra de cerveza en el pub de la esquina, sin el cual nada de lo anterior le haría reconocible. Y, por supuesto, la jerga cockney, con diálogos altisonantes rimados, dichos de forma chulesca y provocativa, desafiando incluso al rapero gángster afroinglés de turno.
La película empieza con un monólogo carcelario dedicado a su miembro sexual, lo que da una idea de cómo se las gasta el tal Dom. Su gran problema es que al salir a la calle, tras doce largos años de condena, sufre un violento e incontrolable desfase con respecto a los tiempos que corren, y sus brutales modales no le facilitan las cosas, precisamente. Es un matón de los de antes y nunca conseguirá ponerse al día.
Aviso que va un spoiler, así que quien no quiera ningún tipo de información argumental será mejor que deje de leer. Pero viene al caso, porque la escena que mejor refleja esa impotencia tan patética es la del robo de prueba para su contratación. Ha de abrir la caja fuerte electrónica del dueño de la discoteca si quiere trabajar para él, sin embargo no se le ocurre otra cosa que destrozar todo cuanto rodea a la verdadera caja de seguridad, pared incluida, con una pesada maza.

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