Yo también decidí
Tengo un amigo que para desatascar discusiones bizantinas sobre por qué un acontecimiento se convierte en icono de una época, abrevia contundente: «Yo estuve en Woodstock». En realidad no estuvo en aquel festival revolcándose en el barro, tomando LSD o repartiendo amor, aunque a buen seguro le habría gustado. Es el concepto. Hay sucesos colectivos que impregnan nuestras vidas con una dimensión especial por haberlos vivido en persona. Porque fue nuestra propia participación, la suma de muchísimas participaciones, la que los hizo trascender. Son eso que llamamos acontecimientos «históricos».
La excepcionalidad, la magnitud, el protagonismo del pueblo, el poso para el porvenir... los hacen especiales, únicos. Históricos. El paso del tiempo se encarga, además, de darles la patina mágica de la leyenda. Y con ella, el deseo de haber estado allá entre quienes no estuvieron. Tal vez ese magnetismo explica que haya más gente que dice haber estado en el Mayo del 68 o en el festival de Woodstock de la que realmente estuvo.
Aquí, en nuestras dimensiones domésticas, no sería difícil enumerar episodios notables en los anales del país. Sin embargo, muy pocos alcanzarían esa categoría intangible del «yo estuve en Woodstock». Acaso la Marcha de la Libertad de 1977....
Todos intuimos que la cita de mañana será una de esas que quedan para la posteridad. Y no solo por el efecto político previsible. Tiene además los ingredientes para convertirse en un acontecimiento extraordinario por más circunstancias: la originalidad de la convocatoria, la afluencia multitudinaria, la complejidad de la organización, las distancias políticas disueltas en un apretón de manos por un derecho democrático...
Habrá unos minutos en los que la cadena estará completa. Cada uno de los participantes será el eslabón imprescindible para que no se interrumpa el flujo de una corriente de energía que recorrerá 123 kilómetros de un extremo al otro. Y seremos conscientes de ello. Apenas unos minutos, pero suficientes para constatar que existe un espacio común e imprescindible para proclamar ante el mundo que somos seres libres con potestad para decidir y ejercer. Es nuestro derecho. Mañana vamos a hacer historia, para un día no lejano poder decir «yo también decidí».

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