El mundo mundial
Si acaso alguien no ha caído en la cuenta, ha empezado la Copa del Mundo de fútbol. ¡Por fin! clamarán algunos, qué digo algunos, ¡millones! Aunque entre ellos no creo que se cuenten los aficionados españoles, a quienes intuyo con una depresión de caballo tras el vapuleo del viernes. Escribo estas líneas después de haber leído las crónicas del partido y tengo que decir que he llegado a sentirme culpable por la silenciosa, medida y siempre respetuosa satisfacción que me embargó tras la manita holandesa. Es imaginarse a miles de adultos con la cara pintada, algunos tocados con montera y capote, llorando a moco tendido, y uno no puede dejar de emocionarse.
No son momentos dulces para la hinchada rojigualda. Algo mejor lo estarán sobrellevando los cuarenta periodistas que asistieron en directo al partido invitados, cuentan que con todos los gastos pagados, por Iberdrola. Aunque, desde luego, el detalle no afectará a su profesionalidad cuando tengan que posicionarse sobre informaciones que afecten a la multinacional vasca (?) como, por poner un ejemplo al azar, el futuro de Garoña. Su objetividad y ecuanimidad es a prueba de caipirinhas.
Ha empezado, por tanto, un Mundial marcado en sus prolegómenos por las protestas en la calle. Y sin duda hay motivos para la protesta, empezando por el pornográfico derroche de dinero que siempre supone un evento de estas características, sobre todo si se trata de fútbol. Por no hablar de la corrupción y los desajustes presupuestarios que parecen inherentes a toda obra pública. Aunque de eso aquí no sabemos nada, ¿verdad? Hay motivo, efectivamente, pero me da que también hay una agenda que aprovechando la coyuntura trata de descabalgar al Partido de los Trabajadores del Gobierno de la principal potencia latinoamericana. Y no es una agenda de izquierdas. Pero bueno, ese partido seguirá jugándose cuando los focos de Maracaná ya se hayan apagado.
Para acabar esta columna futbolística, creo no está de más recordar a los miles de niños y niñas vascas que estos días, al salir al patio a jugar, se van a pedir ser de «la roja». Explícales que esa no es la suya, sino esa que en navidades jugará contra Mordor o Raticulín. Tan pendientes estamos con los temas serios, que igual le dedicamos menos tiempo y esfuerzo del necesario a eso que algunos insisten en considerar simbólico.
PD: Roja solo hay una y es la chilena. La otra es una patraña.

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