Martí PERARNAU
Mundial de Brasil 2014

Los sobrios (los alemanes)

De los alemanes no esperen sonrisas fáciles. Después de un año de convivir con ellos les aseguro que Lahm no las regala, ni Kroos ni Götze. De vez en cuando, Manuel Neuer se arranca a cantar el himno sevillista del Arrebato, cuya letra conoce. De los alemanes podemos esperar educación extrema, respeto, sobriedad y mucho control emocional. Ni se desmelenan en la mayor de las victorias ni se hunden en la caída estrepitosa. Así que ahorran en sonrisas, excepto el menos alemán de todos, Thomas Müller, un espíritu anarquista, el delantero capaz de marcar los goles menos estéticos del mundo. Y marca un montón de ellos. Esta sobriedad de carácter se percibe en el momento de las grandes decisiones. Cuando Guardiola ordenó a Lahm convertirse en mediocentro, la respuesta del capitán fue breve: «Por fin». No dijo más. Se cambió de puesto y se puso a mover el equipo. Cuando Löw le explicó a Khedira que se liberara de área a área, Sami se limitó a decir: «Ok, Achim». Y se puso a correr por ese eje. Cuando Pep ordenó a su mediapunta Kroos que fuese mediocentro para vigilar nada menos que a Rooney, el rubio Toni contestó: «Lo haré». Y lo hizo. Ninguno de ellos sonrió, todos cumplieron el encargo. La selección alemana era una orquesta a la espera de partitura. Tenía los intérpretes idóneos para casi cualquier sinfonía. Disponía de cuerdas, de viento y de lo que hiciera falta, solo necesitaba elegir un camino cierto. Todavía no tengo claro que la Mannschaft ya lo tenga claro, ni que haber aplastado en el marcador a Portugal suponga la reafirmación definitiva del camino elegido. Pero es un paso.