Esta semana en cinco escuelas de Catalunya se hace una cosa bien absurda: y es dar un 25% de las clases en castellano; no por decisión del claustro ni de ningún consejo pedagógico que así lo haya recomendado. Darán un 25% de las clases en castellano por decisión del TSJC, que ya se sabe que los tribunales entienden mucho de pedagogía. Como cinco padres pedían la mitad de las clases en castellano (a eso ellos le llaman bilingüismo) y Educación decía que esta medida no tenía ningún sentido, el TSJC tomó el atajo y decidió que ni tú ni yo, y que se debería dar el 25% de clases en castellano. Ni el 17, ni el 33 ni el 22. El 25%. Y punt. Y punto. Una cosa bien pedagógica. Ahora la comunidad educativa ha puesto el grito en el cielo y miles y miles de personas salieron el sábado en la calle para protestar no solo contra eso, sino contra este despropósito que es la ley Wert. Muy bien. Ahora la consellera Rigau dice por defecto (a veces hay que saber leer) que de cara al próximo curso no se debe mover nada. Ya están las inscripciones hechas, los libros de texto son los mismos y no hay ninguna instrucción porque no cambia nada. «No debemos hacer caso de las trifulcas que nos vienen de fuera», dice. Que es lo mismo, supongo, que decir que ni caso a la ley Wert. No hacemos nada. Fantástico. Ignorémosla. Pero yo sí propondría algo a nuestra clase política, esa que tanto escandaliza que el TSJC pida a los maestros un 25% de castellano. ¿Por qué no se ponen de acuerdo todos los consejeros y de una vez dejan de hacer ruedas de prensa bilingües? Hacen una declaración, les sale un medio que les pide que repitan en castellano y ellos lo hacen obedientemente. (...) Vamos, que los consejeros y portavoces de partidos, tan molestos por el 25% de castellano en la escuela, resulta que practican el 50% con una normalidad absoluta. Francamente...