MIKEL INSAUSTI
Zinema Kritikaria
CRíTICA: «Yo, Frankenstein»

El monstruo que dejó de pertenecer a Mary Shelley

Con la desaparición paulatina de los videoclubs, con o sin cajero automático, el concepto de blockbuster se ha quedado sin sentido. El mismo que le falta a «Yo, Frankenstein», un producto que no hay por donde cogerlo. Se supone que los responsables de la franquicia «Underworld» han querido hacer otra similar y también duradera, cambiando los vampiros por diferentes criaturas fantásticas. Hasta ahí más o menos se entiende, pero no veo la manera de encajar la figura prometeica de Frankenstein en una dimensión paralela al mundo actual, por muy paralela que sea. Y el que no haya que pagar derechos de autor a Mary Shelley, tampoco justifica convertir al monstruo de su invención en cualquier elemento sustituible, ya que habría dado igual que el protagonista de la película fuera un superhéroe o un personaje de cuento infantil.

La recepción a «Yo, Frankenstein» está siendo muy mala, tanto que es difícil ya que se recuperen los 65 millones de dólares invertidos. Tirados a la basura, pues el único gasto justificable parece el del CGI, toda vez que las imágenes generadas por ordenador copan la gran pantalla durante la escasa hora y media que dura el largometraje. Del reparto da pena hablar, habida cuenta de lo mucho que me duele ver encasillado a Bill Nighy, que repite el papel de villano de «Underworld» en clave ahora demoníaca. Peor es todavía lo del estelar Aaron Eckhart, como un Frank recién salido de la peluquería, y al que un par o tres de superficiales cicatrices no le afean el rostro para nada. Ya se lo aclara su compañera de reparto Yvonne Strahowski, en su papel de doctora Amor salida de una serie Z, cuando le dice: «...solo eres un monstruo si te comportas como tal». En ese sin vivir se halla también Miranda Otto, como estatua de piedra que cobra vida humana.

Ella pertenece a las Gárgolas que luchan contra los Demonios, en una guerra de siglos por la que el amigo Frank deberá tomar partido, aunque insiste en que es un tipo que sigue su camino. Debería identificarse con los resucitados, pero no tanto si son unos poseídos.