Aunque «The Drop» merece la pena ser vista por su tan especial protagonista, es de esas pequeñas historias apreciables en su narrativa localista rica en anécdotas de barra de bar. Dennis Lehane la escribió originalmente en formato de relato corto, y en su versión de guion cinematográfico conserva intacto el espíritu de andar por casa sin salir de Brooklyn.

En su consciente dimensión a escala, el primer largometraje en Hollywood del belga Michaël R. Roskam no pretende hablar de las grandes mafias de inmigrantes que se han apoderado de la delincuencia en los Estados Unidos, sino de la tipología más cercana del barrio. Gentes sencillas que se ven implicadas a su pesar, en mayor o menor grado, en esos negocios ilegales dentro de una suerte de sucursalismo en la sombra. Se refiere más en concreto al camarero que te sirve la copa, y cuya conversación no pasa de una o dos frases hechas. El ente anónimo que intenta encontrar su sitio en ese nuevo orden, aunque para ello tenga que actuar con el máximo sigilo y sin levantar sospechas, como buen chico de los de misa diaria.