La extraordinaria normalidad
Tras celebrar dos ascensos consecutivos, el conjunto azulgrana se convierte en el mejor debutante de la historia en Primera.

Todo lo que hace el Eibar de un tiempo a esta parte es extraordinario. Ha pasado apenas año y medio desde que celebrara el regreso a Segunda A. En los 19 meses que han transcurrido desde aquel día, ha logrado por primera vez en su historia el ascenso a Primera, ha superado una complicadísima ampliación de capital y, coincidiendo con su 75º aniversario, camina con paso firme por la máxima categoría.
Tanto, que su exitosa primera vuelta se ha convertido en la mejor que firma un debutante -igual que el Numancia en la campaña 99/00- en la historia de Primera. 27 puntos que le dejan a solo quince de un objetivo, el de la permanencia, que no desmerece en dificultad de los dos ascensos que ha encadenado en las campañas previas.
Un resultado extraordinario pese a que, como ya le sucediera en Segunda, y con diferencias aún más abismales, vuelve a partir con el presupuesto más bajo de la categoría. Quintuplica el de la campaña pasada, que ya supuso un récord en la historia de la entidad, pero no alcanza los 16 millones de euros.
El bloque
El incremento se ha notado especialmente en la estructura administrativa del club, que ha multiplicado su personal y ha visto cómo aparecían nuevas figuras, empezando por la de presidente ejecutivo.
También en la deportiva, aunque puede decirse que en menor medida. Además del cuerpo técnico, se ha mantenido el bloque que ya defendía la camiseta azulgrana en Segunda B. Jugadores que en muchos casos manejan ahora una larga lista de pretendientes pero por los que a principio de temporada pocos equipos de Primera habrían pujado. Y a ellos se han unido refuerzos también enmarcados en la tradición armera: jóvenes valores cedidos, apuestas de futuro y trotamundos con experiencia en la categoría. Todo muy medido para no salirse un céntimo del presupuesto.
Un grupo por el que pocos apostaban cuando arrancó la temporada pero que concluye la primera vuelta en la octava plaza, más cerca de las posiciones europeas que del descenso, y con una imagen que por momentos llega a maravillar. Visite al Barcelona o reciba al Granada, el Eibar lo hace como cuando visitaba a La Muela o recibía al Amorebieta. Con ambición, sin complejos y con una predisposición al trabajo que le convierte en un rival complicado, cuando no detestable, para cualquier equipo. En Ipurua y, rompiendo los tópicos, más aún a domicilio, no en vano ha sumado más puntos como visitante (15) que como local (12). No es el único mito que ha caído: el equipo eibarrés es el séptimo más goleador de Primera y se ha apuntado, además, algunos de los tantos más bellos del curso.
Y todo ello con la más absoluta normalidad. Extraordinaria normalidad.
Dos escalones de la mano
Tan sorprendente como la trayectoria del Eibar es que la esté trazando con muchos de los jugadores que hace dos temporadas defendían la camiseta azulgrana en Segunda B y que, en su inmensa mayoría, no contaban con la más mínima experiencia en Primera.
En el once base con el que trabaja Gaizka Garitano, hay siete jugadores que lograron el ascenso a Segunda A en L'Hospitalet y que han subido dos escalones de la mano con el técnico: Xabi, Bóveda, Raúl Navas, Errasti, Dani García, Capa y Arruabarrena. Y otros dos que se incorporaron el año pasado, Lillo y el ya exazulgrana Raúl Albentosa. Los únicos que han conseguido incrustarse esta temporada en ese bloque han sido Saúl, Piovaccari, en las últimas semanas Manu y de forma más irregular Abraham.
El problema, que puede pasar factura en la segunda vuelta, es que fuera de ese puñado de hombres de confianza, al que se podría añadir a Lara y, posiblemente a partir de ahora, Ekiza, ningún futbolista ha sabido aprovechar sus oportunidades. Y eso deja al técnico con un escasísimo fondo de armario -y sin filial al que recurrir- para afrontar el segundo tramo de la Liga. A.U.L.

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