La vuelta al mundo como terapia prematrimonial

Apesar de llevar muchos años en la crítica cinematográfica, todavía hay películas que consiguen sacarme de quicio, máxime si se tiene la obligación profesional de aguantar la proyección hasta el final. Lo siento mucho, pero no puedo extraer ninguna conclusión positiva tras ver «Hector y...», porque son dos horas perdidas. Creo que lo que más me ha irritado ha sido la banda sonora, que está omnipresente de principio a fin, y que transmite esa alegría musical impostada y buenrrollista de las campañas publictiarias de las ONG's.
Lo más triste de todo es que este ejercicio de consumada falsedad ha sido perpetrado por Peter Chelsom, el mismo que hace veinte años nos engañó a todos con su ópera prima «Funny Bones» a mayor gloria de la figura del humorista de oficio representada por el eterno Jerry Lewis, para desperdiciar su posterior carrera en picado tocando fondo ya con «Hanna Montana». Y ahora nos sale con que su idea de la comedia al día de hoy no es más que una especie de terapia, tan introducida dentro de la rutina diaria como la propia rutina.
A Chelsom no le queda sentido de la ironía y su capacidad satírica la tiene completamente anulada, hasta el punto de que en ningún momento logra darle la vuelta a la lectura de un manual de autoayuda escrito por François Lelord, con lo que el resultado final se parece demasiado a la espantosa adaptación cinematográfica del best-seller de Elizabeth Gilbert «Come, reza, ama». Para colmo la consabida búsqueda interior a través del viaje alrededor del mundo, aquí no es más que una especie de cursillo prematrimonial, ya que el protagonista aprende a fuerza de recorrer kilómetros a valorar lo que tiene en casa. Es como gastar todo el dinero para empezar a ahorrar y así mejorar la economía doméstica.
Por último diré que nunca había visto un reparto multiestelar tan desaprovechado, con ridículas apariciones episódicas de Stellar Skarsgard, Jean Reno, Toni Collette y Christopher Plummer.

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