Se coge «Project X», «El club de los cinco» y «Regreso al futuro» y ya tienes una película que parece nueva, al menos a los ojos de los adolescentes, que es el público al que va dirigida esta comedia fantástica juvenil. Detrás de una operación tan simple y rentable se encuentra Michael Bay, que es una máquina de hacer dinero en Hollywood. Como director se gasta las millonadas que le ponen sobre la mesa los grandes estudios, y como productor se decanta por pequeñas inversiones que siempre le permiten salir ganando en taquilla. Para poner en marcha «Project Almanac» le ha bastado con 12 millones de dólares, que ya ha recuperado nada más estrenarse la película en los EEUU.

Pero no nos engañemos, porque el señor Bay y sus socios no dependen en este caso de la venta de las entradas, sino más bien de los ingresos atípicos. El largometraje entero puede ser tomado como un publireportaje del canal televisivo MTV y de la bebida energética que lo esponsoriza, y que, como te da alas, permite al quinteto protagonista viajar en el tiempo.

Dentro de ese universo consumista las modas mandan, y «Project Almanac» se apunta al found-footage. El video encontrado es el de la fiesta de séptimo cumpleaños, donde se puede apreciar a uno de los protagonistas con su imagen quinceañera del tiempo presente. Como se trata de chicos y chicas listos, que participan en los concursos científicos del instituto, no tardan en relacionar el material grabado con los experimentos paternos ocultos en el sótano de la casa.

Cuando la pandilla se hace con el dispositivo que les permite viajar en el tiempo dan rienda suelta a todos y cada uno de sus caprichos: ganar dinero en la lotería, acabar con el bullying escolar, ligar con la chica favorita, ser los más populares del insti, ir a festivales de música burlando las restricciones a menores, etc. Pero la alteración temporal provoca un efecto dominó de consecuencias que escapan a su control, con lo que finalmente se pasa de la locura de la edad a una lección con moraleja sobre la responsabilidad que conllevan nuestras acciones, también las supuestamente lúdicas.