DEPORTIVO 2

EIBAR 0

El Eibar eligió el peor momento para ponerse dadivoso. Anocheregaló dos goles, con lacito incluido, a un Deportivo que los aceptó sin ningún pudor, inflingiendo a los azulgranas su tercera derrota consecutiva.

También, posiblemente, la más dolorosa, por tratarse el verdugo de un rival directo, que además ya se había llevado los tres puntos de Ipurua en la primera vuelta. Y más punzante aún porque, como ha sucedido en los últimos encuentros, el resultado no es en absoluto injusto. Tuvo sus momentos el Eibar, tan escasos como breves, y tampoco llegó a apabullar el Deportivo, pero en líneas generales la escuadra gallega fue superior, tuvo mejores intenciones y maneras y, sobre todo, no concedió las facilidades que sí otorgó su rival. Dos errores garrafales que decidieron el encuentro.

Lo cierto es que los eibarreses encajaron su tercera derrota consecutiva. Una circunstancia inédita, no ya desde que arrancó su andadura en Primera, ni siquiera desde que Gaizka Garitano se hizo cargo del equipo hace dos años y medio, que también. Es que hay que remontarse hasta la temporada 08/09, cuando el equipo cayó de Segunda A a B, para recordar la última vez que encadenó más de dos, de hecho fueron bastantes más, derrotas.

Lo peor es que no es solo una cuestión de números. El equipo ha perdido alegría en su juego y, sobre todo, ha perdido fiabilidad. No se ve tan contundente en defensa -aunque en su mejor momento del curso, justo antes de que la visita al Córdoba marcara el cambio de tercio, apenas pudo dejar su puerta a cero en un par de ocasiones- ni tan chisporroteante en ataque y, como consecuencia de todo ello, se está empezando a ver en una situación desconocida por este grupo, al que casi siempre le ha ido todo de cara, y en la que tendrá que aprender a actuar.

Es posible que tampoco haya que caer en el dramatismo y que parte de los problemas se deba a las bajas de las últimas jornadas, que además de afectar en varios casos a jugadores con peso específico, se han ido repartiendo por zonas concretas y han impedido a Gaizka Garitano dar un mínimo de continuidad a su equipo. Fueron otros cinco cambios en Riazor, donde no pudieron estar futbolistas como Lillo, que lo ha jugado casi todo esta temporada, o Manu, cuyo protagonismo había crecido a pasos agigantados tras recuperarse y hacerse un hueco en el once. No hay mejor ejemplo que el de la defensa, donde la familiaridad de sus componentes es especialmente bienvenida: desde que Raúl Albentosa se marchara a Inglaterra, han transcurrido cinco jornadas y Garitano ha alineado... cinco zagas diferentes. La de ayer resultó especialmente novedosa por incluir a Didac Vilà que, tras haber disputado uno de los encuentros coperos frente al Getafe, debutó en Liga. Y contra lo que cabría prever, no fue precisamente el peor. Eso que fallos, hubo, y bien gordos.

Tanto, que la segunda parte acabó haciendo buena la primera. Y eso que había resultado soporífera. El Deportivo, en su mejor momento de la temporada, había llevado la iniciativa y se había mostrado superior, pero sin llegar a agobiar a su rival, que apenas requirió los servicios de su guardameta en un chutazo de Juanfran desde la frontal que Xabi despejó junto al larguero. Menos aún tuvo que lucirse Fabricio, al que solo inquietaron un par de chispazos de Saúl, Capa y el inagotable Piovaccari.

Fue, para el espectador neutral, e incluso para el parcial, un primer tiempo insufrible. Lamentablemente, el segundo lo fue aún más para los azulgranas. A los siete minutos de la reanudación, Xabi salía a despejar un centro colgado desde la derecha, pero acabó dejando el balón a los pies de Lucas, que no lo desaprovechó.

El equipo estaba espeso y Garitano no tardó en mover banquillo. Pero el resultado fue el mismo. Por arriba, solo Piovaccari, y de vez en cuando, buscaba las cosquillas a su rival. Y atrás, no contentos con uno, los azulgranas cometieron un segundo error imperdonable. Ekiza cedió a Xabi sin mirar atrás, por donde llegaba Cavaleiro, que se hizo con el balón para marcar el definitivo 2-o a placer.

No hubo tiempo para el milagro. Y tampoco capacidad, en una noche para olvidar.