Fabio Capello, un hombre sin pelos en la lengua, lo ha dicho una vez más: «El fútbol no es para mariquitas». Ha hecho bien Capello en especificarlo porque, así, en crudo, el espectáculo de veinte hombretones corriendo detrás de una pelota, mientras otros dos bailan solos entre tres palos como si esperasen una cita, suena más gayer que un musical sobre la vida de Barbra Streisand. (...)

Hace poco discutía con mi novia y una amiga que la homofobia sigue a la orden del día y me dijeron que en qué país vivía. Hoy, jueves, en uno en que un homínido italiano, para defender el juego duro del Atlético de Madrid, se cuelga él solo la etiqueta de orangután (...). El mismo país donde un empleado de seguridad del metro de Madrid insta a aumentar la vigilancia sobre diversos colectivos, a saber, mendigos, músicos y gays.(...) «Mendigos, músicos y gays» es un cartel de búsqueda policial que recordaría los mejores tiempos del franquismo si no fuese porque, lamentablemente, la homofobia sigue instalada a sus anchas en el imaginario de la cultura cristiana (no digamos ya en la musulmana) a lo largo y ancho de varios continentes. (...)

Cuando fui a ver a Shangay Lily en su espectáculo «Palabra de artivista», comentamos la tragedia de Alan Turing, uno de los grandes genios del pasado siglo (...) que permitió la victoria aliada en el Atlántico. La muy civilizada Gran Bretaña pagó el esfuerzo a este héroe de guerra (...) sometiéndolo a un juicio por conducta inmoral y dándole a escoger entre la cárcel o la castración química. Turing eligió el tratamiento hormonal (...) y acabó suicidándose. Ahora hay una película en los cines conmemorando su martirio y hace sólo unos años que «Su Muy Graciosa Majestad» (...) le concedió el perdón, cuando su único delito fue acostarse con un ladronzuelo. Tiene razón Capello, el macho alfalfa: ni el fútbol es para mariquitas ni este mundo tampoco. Por eso habría que ir pensando en cambiarlo.