Alessandro Ruta
gara-2022-11-11-Reportaje
En primer plano, carteles del cineasta y escritor Pier Paolo Pasolini. Al fondo, el mural dedicado al luchador antifascista Enrico Mancini.

Garbatella, el barrio (rojo) de Giorgia Meloni

Este es un viaje en la aldea de Roma donde nació la líder de ultraderecha y primera ministra italiana. Un lugar que casi no parece pertenecer a la Ciudad Eterna, caracterizado por evidentes detalles izquierdistas y que ha sido protagonista tanto en novelas como en películas.

La historia de Giorgia Meloni es sobre todo una narración muy bien planteada; la de una muchacha pequeña y combativa que desde la «periferia del imperio» llega hasta los máximos cargos de la política. Una underdog, un «indefensa» según la autodefinición de la líder de Fratelli d'Italia durante su primer discurso en la Cámara de los Diputados como jefa del Gobierno, alguien que quiere que se sepa que su carrera siempre ha ido contracorriente.

Una narración que no es ficticia, faltaría mas. «Doña Giorgia» no viene de un contexto afortunado y pijo como los Parioli de Carlo Calenda o de una familia acomodada como Enrico Letta, secretario del Partido Democrático. Podría parecerse más a la historia de Matteo Salvini, nacido y criado en una Milán casi obrera. Pero con una enorme diferencia: Meloni es una mujer, que ha conseguido un éxito impensable en un país fundamentalmente machista como es Italia.

La nueva primera ministra del Belpaese, de hecho, no ha conocido nunca a su padre, que se escapó a Canarias cuando era una niña y que recientemente ha sido encarcelado por tráfico de droga. Su madre ha tenido siempre que hacer dos o tres trabajos al mes para cuidar a sus hijas. La propia Giorgia, para ser mas independiente, tuvo que trapichear en un montón de ambientes, lo que incluyó ser canguro de la hija pequeña de Fiorello, uno de los presentadores de televisión mas conocidos en Italia.

Todo empezando desde un barrio, el de su infancia y juventud, que es un verdadero vientre de Roma: la Garbatella. «Popular […] como una pequeña joya […], un pueblo distinto. […] Es mi barrio no solo por haber vivido allí, sino porque habitar en un determinado lugar nunca nos deja indiferentes, imprimiéndonos una cierta manera de estar en el mundo»; son palabras de Meloni en su autobiografía ‘Io sono Giorgia’.



Exploradores y misioneros

Línea B del metropolitano de Roma, sentido suroeste Laurentina o Jonio. La referencia es la pirámide de Caio Cestio, uno de los lugares más impactantes del centro de la Ciudad Eterna, en la plaza de Porta San Paolo que abre sus brazos: Viale dell'Aventino por un lado, por otro Testaccio a través del conmovedor Cementerio Acatólico, donde están sepultados políticos como Antonio Gramsci o Emilio Lussu y artistas (John Keats, Percy Bysshe Shelley y Andrea Camilleri entre otros). Aquí se encuentra la estratégica estación de trenes Ostiense, que lleva los viajeros a la «playa» de la capital italiana, es decir, a Ostia.

De todas formas el mundo sigue detrás de la estación. Se llega a Piazza dei Partigiani y a través de un pasaje subterráneo se pasa al otro lado, donde empieza la Garbatella. O mejor dicho, su parte menos característica. Es la Via Ostiense, una amplia carretera de dos carriles donde se sale, desde el andén del metropolitano, después de haber bajado en la parada de la Línea B.

El paisaje donde empieza la Garbatella no deja muchos detalles pintorescos, pero los muros no ya hablan, sino que gritan

 

Palacios altos -casi rascacielos-, un par de bancos para descansar, tráfico; una imagen moderna de Roma, sin muchos detalles pintorescos. Los muros, por contra, no ya hablan, sino que gritan: eslóganes de izquierda, anuncios de manifestaciones, hasta una pintada en euskara, «Lander askatu».

Queda clarísimo que hemos entrado en una barrio de izquierda y romanista, o sea de hinchas de la Roma: banderas amarillo-rojas en los bares, además del antiguo símbolo del club, la Loba Capitolina. Aquí a dos pasos, en Largo Fochetti, tiene su sede el periódico ‘La Repubblica’, referencia para la izquierda.

Tras haber doblado la esquina en Via Caffaro, de repente se abre otro mundo, literalmente. Los anteriores cuasi-rascacielos, el tráfico cargado de bocinas y los colores grises dejan espacio a un paisaje de casas de dos plantas como máximo, de color rojo sobre todo, y carreteras en pendiente de sentido único, rodeadas de arboles y otras plantas. Ahí está la verdadera Garbatella, donde las calles y las plazas llevan los nombres de exploradores y de misioneros: Benedetto Brin, Pantero Pantera, Guglielmo Massaia, Giuseppe Sapeto o Giovanni da Capistrano. Algunos de ellos fueron simpatizantes del fascismo, pero por las calles se pueden encontrar incluso monumentos a víctimas palestinas.

Antes de llamarse así, el nombre del barrio iba a ser Concordia. Por lo menos, antes de ser construido desde la nada a partir de febrero de 1920. Fue una ceremonia potentísima con el rey Vittorio Emanuele III como oficiante. El objetivo de esta nueva zona de Roma, detrás de la estación Ostiense, era ser una especie de dormitorio para los trabajadores del puerto fluvial, porque el río Tevere no está lejos.

El resultado sería el nacimiento de una especie de ciudad-jardín, un estilo que ya se había desarrollado en Inglaterra y en Alemania. Casas pequeñas e intercomunicadas gracias a jardines y patios, donde la gente entraba por una calle y podía salir desde otra pasando por espacios compartidos, incluso huertos que eran comunes. Un poco como los traboules de Lyon o de otras ciudades francesas, pero al aire libre.

 

La palabra-llave es «lotto», en italiano, es decir «lote» o «manzana». La Garbatella tenía inicialmente 44 de estos bloques de casas, en calles estrechas y en cuesta, de estilo barocchetto, muy típico de Roma. El nombre, Garbatella, parece provenir de una preciosa y amable camarera de un restaurante de la zona. Garbo en italiano significa «cortesía», y garbata viene a ser «formal, bien educada».

Una mujer anónima da nombre al barrio; otra más conocida, a la calle donde Meloni fue a inscribirse al MSI cuando tenía solo 15 años

 

Una mujer anónima da nombre al barrio; otra más conocida, Guendalina Borghese (nacida Talbot y luego esposa de un príncipe de la nobleza romana), denomina una calle bastante escondida pero muy importante de la Garbatella, aquella donde Giorgia Meloni fue a inscribirse al partido post-fascista Movimento Sociale Italiano durante el verano de 1992. Tenía solamente 15 años y esa decisión fue una reacción en contra del asesinato del juez Paolo Borsellino por la mafia. En calle Guendalina Borghese hoy día la sede del MSI ya no existe. Y en general aquí la derecha no gana la partida, como en las últimas elecciones, donde el más votado ha sido el Partido Democrático, con el 27% y una participación mucho más alta con respeto a los resultados generales (70% versus 60%).

Básicamente, en la Garbatella la política aún ocupa un lugar muy amplio e incisivo. Se puede ver plasmado en el «Vota Garibaldi» rojo escrito en 1948, cuando el nombre del Generale había sido elegido por el bloque de izquierda, el Frente Popular, para las primeras elecciones republicanas. Los resultados serían decepcionantes, pero nadie se ha atrevido en borrar aquel eslogan en casi 80 años.


 
Gentrificación

Hoy día la Garbatella se puede considerar casi céntrica, visto el tamaño inmenso de Roma, pero después de la Segunda Guerra Mundial constituía un suburbio lejano y de difícil comunicación. Al final, como admiten los mismos romanos, la Ciudad Eterna es una mezcla de unas cuantas aldeas, cada una con su historia, separadas entre ellas por puentes, plazas o el mismo río Tevere.

Cada metro hacia el exterior es una llamada hacia la ruralidad, hacia otra urbe con respecto a los monumentos, las iglesias y los foros que ocupan las guías turísticas. Este era el aspecto de Roma que más gustaba a intelectuales como Carlo Levi, conocido sobre todo por su ‘Cristo se paró en Eboli’ y autor de una de las mejores obras de novela-ensayo de la primera posguerra, ‘L'orologio’ (‘El reloj’).

Carlo Levi dibujó una Garbatella de montañas de basura, piedras, charcos, chicos despeinados y mujeres con sus bebés en brazos

 

Levi, que fue también pintor en su vida, se mueve en esta ciudad devastada por los bombardeos desde el centro hasta las afueras, encontrando situaciones de extrema pobreza y precariedad, por ejemplo en la Garbatella, un lugar donde durante varias décadas la gente tenía que desplazarse a los baños públicos de via Caffaro, porque en las casas no tenía cómo lavarse. «Montañas de basura surgían [...] y entre ellas unas briznas de hierba pálidas crecían entre piedras y charcos. Chicos despeinados se paraban de pie, sin jugar, como esperando algo […] Hay algunas mujeres sentadas, con los bebés en sus brazos».

La Garbatella, en este sentido, ha padecido un evidente proceso de gentrificación en las últimas décadas; de barrio nacido para las necesidades básicas de los trabajadores ha pasado a ser un lugar casi coqueto. No de lujo, pero haciendo una búsqueda se pueden encontrar pisos de cierto valor, de 4.000-5.000 euros por metro cuadrado como promedio.

Un lugar simbólico de esta evolución es el Teatro Palladium, que se encuentra al lado de los viejos baños públicos. A lo largo de las décadas ha cambiado muchas veces de «razón social»: ha sido teatro popular, por supuesto (aquí se podía oír a valientes pitando contra de Mussolini durante el fascismo, cuando se transmitían informativos de propaganda), luego cine porno, discoteca muy exitosa y finalmente de nuevo teatro, pero esta vez en colaboración con la Universidad La Sapienza para iniciativas más «burguesas», de una izquierda contaminada y lejana de los problemas de la gente común.

Casi en frente del Palladium, un mural gigantesco que ocupa la fachada de una manzana entera recuerda, hablando siempre de fascismo y antifascismo, a Enrico Mancini: este carpintero fue uno de los agitadores de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial. Capturado y torturado, sería ejecutado de un balazo en la nuca en la tremenda matanza de las Fosse Ardeatine, cuando los nazifascistas se quisieron vengar de la muerte de 33 de ellos eliminando a 335 personas elegidas al azar, el 24 marzo de 1944.

De cine

La Garbatella es, sin embargo, un lugar «pasoliniano». Y no lo decimos simplemente como homenaje, sino porque el gran escritor e intelectual Pier Paolo Pasolini ambientó aquí una de sus novelas mas duras: ‘Una vita violenta’. Se trata de su segundo libro, tras el sorprendente debut tenido con ‘Ragazzi di vita’ (‘Chavales de vida’): PPP habla de una Roma de jóvenes rebeldes y descarados, dispuestos a cualquier cosa para sobrevivir un día más en una ciudad que no puede hacerse cargo de todos sus habitantes. Por cierto, en la década de los 50 del siglo pasado allí estaba la verdadera periferia, antes de las construcciones de las borgate, monstruos inmobiliarios nacidos de la nada, dormitorios para migrantes, cunas de pequeña criminalidad.

Sede del MSI en Garbatella a la que una Meloni adolescente acudió a afiliarse. (Alessandro RUTA)

En ‘Ragazzi di vita’ de 1955 destacaba la figura de Riccetto, joven de pelo rizado («riccio» en italiano) de buen corazón y un poco fanfarrón; en ‘Una vita violenta’, publicado cuatro años después y que representa un poco la evolución hacia lo peor de las periferias romanas, el protagonista es Tommaso. Este chaval tiene un día una cita con una muchacha, Irene, y se encuentran cerca de una parada del tranvía. Así describe Pasolini el ambiente, como un fotógrafo o un operador de cine: «Toda la Garbatella brillaba al sol: las calles cuesta arriba con los pequeños jardines en hilera, las casas abuhardilladas y las cornisas con cocinas, los montones de edificios pardos con cientos de ventanas». En otro capítulo del libro, la situación es mucho menos romántica: Tommaso mata a un rival acuchillándolo en un patio de uno de los «lotes».

Hablando de manera general, este es un lugar muy de cine, o al menos muy apto para la pantalla. El director Nanni Moretti, histórica voz de la izquierda italiana, en su trabajo mas autobiográfico, ‘Caro diario’ de 1993 (ganador del premio a mejor director en el Festival de Cannes en 1994), recorre varios puntos de la capital con su Vespa blanca. La cámara va detrás de él, lo que para el espectador es como participar en este viaje sin meta, una especie de laberinto consciente a velocidad moderada. «El barrio que mas me gusta es la Garbatella», nos confía Nanni Moretti, pasando a través de Piazza Sant'Eurosia, probablemente el icono de toda esta zona, que parte dos «lotes» creando un ambiente casi íntimo.

Sin olvidar las secuencias en la zona de Piazza Sauli de la película ‘C'eravamo tanto amati’ de Ettore Scola, de 1974.

Aunque en los últimos años ninguna serie de televisión autóctona ha tenido mas éxito que ‘Los Cesaroni’, una especie de ‘Los Serrano’ cuya protagonista es una típica familia medio-burguesa romana. Ocho temporadas, millones de espectadores, un triunfo absoluto. Prácticamente toda la historia está ambientada en la Garbatella, y un punto muy importante de ella es donde trabaja (en la serie de televisión) el padre: Piazza Giovanni da Triora, uno de los corazones del barrio. Ahí está el Bar Cesaroni.

Y si Roma es una capital mundial del cine, en la Garbatella nacieron o vivieron actores de suma importancia como Maurizio Arena, Alberto Sordi (hay un enorme mural suyo en calle Rocco da Cesinale, además de una placa en calle Fausto Vettor), Gigi Proietti, Enrico Montesano y Valerio Mastandrea.

La Garbatella ha sido para Meloni un gimnasio donde modelar su personalidad. Y no hay una pintada en su contra en los muros del barrio

 

A pesar de haberse mudado más hacia las afueras, a urbanización de Mostacciano al extremo sur de Roma, no es raro encontrar a Giorgia Meloni por las calles de lo que es su barrio, su zona, su buen retiro. Igual visitando a su madre Anna, que todavía vive aquí, o haciendo compras en la carnicería de Via delle Sette Chiese, la calle por excelencia tanto de la Garbatella como para «doña Giorgia», que hizo la primera comunión aquí, en la iglesia de San Filippo Neri. «Es una de nosotros, una chica del pueblo», nos confirman en uno de los bares.

Porque la Garbatella, para la nueva primera ministra italiana, ha sido sin duda un gimnasio para modelar su personalidad, el primer lugar donde se sintió una underdog. Aquí a Fratelli d'Italia no le ha ido mal precisamente, e incluso desde el bando de la izquierda Meloni es vista más como una rival hasta leal y honesta que como una enemiga: de hecho, no hay ninguna pintada en contra suya en los muros del barrio, un detalle que también es parte de la narración que protagoniza.