Pablo GONZÁLEZ Periodista

El enfrentamiento de las dos Ucranias

La historia de Ucrania marca una división de la sociedad que se antoja de difícil superación. Mientras que unos miran a Moscú, los otros hacen lo propio ahora con Bruselas y Washington. Las autoridades intentan lo imposible, que es contentar a todos, y los oligarcas solo se preocupan de ellos mismos

La tensión que se vive actualmente en Kiev tiene varias interpretaciones. Por un lado existe el simple descontento popular con el Gobierno por la mala situación económica en el país. Así, muchos de los manifestantes que han salido durante las últimas jornadas a las calles de la capital, más que a favor de la Unión Europea, están en contra del Gobierno. Sin embargo, la situación se antoja algo más complicada, ya que de los motivos y posibles consecuencias de las protestas se debe hacer una lectura más profunda condicionada por la Historia de este país eslavo.

Desde el fin de la Unión Soviética, la sociedad ucraniana ha ido viviendo una evolución que cada vez pone más de relieve su división interna en dos claros bloques. Esta división coincide prácticamente con el paso del río Dniéper, que divide al país en dos: la Ucrania de la orilla derecha (si seguimos el curso del río hacía el mar) y la de la orilla izquierda. Por un lado está la Ucrania occidental o «nacionalista» y proeuropea de la orilla derecha, donde predomina como idioma principal el ucraniano; por otro, la Ucrania oriental prorrusa de la orilla izquierda, donde la población se identifica mayoritariamente con la idea de una gran nación rusa, o dicho de otra manera: dos países, una nación.

Esta división no es nueva ni nace con el fin de la Unión Soviética; es más bien el resultado de una evolución de varios siglos. La Historia de Ucrania está ligada estrechamente a la Historia rusa y es realmente difícil hacer entre las dos una diferenciación clara, salvo en algunos momentos señalados, los cuales son interpretados de manera diferente por los prooccidentales y los prorrusos.

Rusia como nación nace en la zona que ocupa actualmente parte de Ucrania, Bielorrusia y Rusia. La Rus de Kiev (siglos IX-XIII), conocida así por su capital de aquel entonces, fue una importante nación que unió a las tribus eslavas de la región. Su declive llegó con la invasión de los tártaros. El territorio ucraniano occidental fue arrebatado a los tártaros en el siglo XIV por la unión de Polonia y Lituania.

Es bajo dominio polaco cuando nace un estado semiautónomo en el territorio de la actual Ucrania. Fue la unión de los cosacos de Zaporozhie. Este es considerado por muchos nacionalistas como el primer estado ucraniano independiente. Sin embargo, hay que señalar que la mayor parte de su tiempo estuvo bajo dependencia polaca o rusa, y que su composición étnica no era puramente ucraniana, sino más bien una mezcla de eslavos entre los cuales había lo que hoy en día se podría denominar bielorrusos, moldavos, polacos, rusos y ucranianos. Zaporozhie finalmente fue absorbida por Rusia y disuelta en el siglo XVIII.

Poco a poco Rusia fue ganando terreno a los polacos en el oeste y a los otomanos en el sur. Ya en el siglo XIX la mayor parte del territorio de la actual Ucrania, Crimea incluida, formaba parte del Imperio ruso. La única parte que permaneció fuera del dominio ruso fue la de la actual Ucrania occidental, en poder del Imperio austro-húngaro. Y es ahí donde nace el nacionalismo ucraniano moderno, que tuvo poca presencia en el Imperio ruso, pero sí bastante más repercusión en territorio austro-húngaro, donde los intelectuales ucranianos recibieron la influencia del nacimiento de los nacionalismos ocurrido en Europa durante el siglo XIX.

La Primera Guerra Mundial y la Revolución de Octubre en Rusia trajeron consigo una época convulsa que originó un vacío de poder que dio lugar a varios intentos de creación de una república ucraniana independiente. Todos fracasaron y la mayor parte de Ucrania entró a formar parte de la Unión Soviética, quedando la parte más occidental de Ucrania en manos polacas.

La siguiente oportunidad para la independencia, o al menos así la vieron los nacionalistas ucranianos, vino con la invasión de la URSS por parte de la Alemania nazi en 1941. Pero los alemanes no tenían ninguna intención de dar autonomía a los ucranianos, aunque sí colaboraron con algunos de ellos para luchar contra las fuerzas soviéticas, llegándose a crear incluso una división de las infames SS integrada por ucranianos.

Con el paso de la guerra, los nacionalistas ucranianos fueron distanciándose de los alemanes, pero no de sus ideas. Así, practicaron activamente la eliminación de elementos contrarios a sus ideas, tanto en el plano ideológico como en el étnico, siendo eliminados tanto los no ucranianos (rusos, polacos o judíos), como los ucranianos de ideologías de izquierdas.

La guerra fue un duro golpe para toda la URSS, especialmente para Ucrania. No obstante, poco a poco Ucrania fue recuperándose y consolidándose como una de las zonas más importantes dentro de la economía soviética. Las regiones de Jarkov y Donbass, en la parte oriental de Ucrania, se convirtieron en importantes centros industriales. En 1954 Crimea entró a formar parte de Ucrania por disposición de las autoridades soviéticas, habiendo sido hasta entonces una región separada administrativamente.

La firma del acuerdo de disolución de la URSS, en contra de la voluntad popular de la población soviética expresada mediante referéndum, dejó una Ucrania independiente casi sin pretenderlo. Las nuevas autoridades se limitaron a vivir una época de la herencia soviética. Se vendió al exterior gran cantidad de medios militares que había almacenados en el país; otras armas se devolvieron a Rusia, como la mayor parte del arsenal nuclear. Durante esos años, Ucrania seguía formando parte de un sistema prácticamente común con Rusia. El gas llegaba sin problemas a Ucrania a los mismos precios que en Rusia. Las fábricas seguían produciendo en conjunto: una parte se hacía en Ucrania, otra en Rusia.

Poco a poco las autoridades de Kiev fueron buscando su propio camino y, según se fueron distanciando de Moscú, empezaron los problemas. El primero de ellos fue el del gas. Ucrania no podía pagar los precios de los mercados internacionales, por ello se dedicaba a desviar para sus propios usos el gas ruso que pasaba por su territorio hacia el mercado europeo. Ello ha provocado en varias ocasiones conflictos diplomáticos e incluso el corte de suministro hacia los países de la UE. Finalmente, Moscú lanzó un masivo programa para llevar el gas sin pasar por su incómodo socio ucraniano.

Ello no ha hecho más que radicalizar a las dos partes de la sociedad ucraniana, tanto a los ucranianos occidentales, partidarios de deshacerse de todo pasado ruso y entrar en la UE, como a los ucranianos del este, que no contemplan la idea de una Ucrania cuyo destino esté separado de Rusia.

En medio se encuentran las autoridades de Kiev (ciudad que está en medio incluso geográficamente). Independientemente de quién estuviera en el poder, ya fuera prooccidental o prorruso, se ha tenido que mover por el camino del medio para no irritar a la otra parte, lo cual no favorece el desarrollo del país, ya que no se acaba de aplicar ninguna de las dos recetas, ni la de adaptarse a Europa, ni la de abrazarse económicamente con Rusia.

El que podríamos considerar cuarto jugador serían los oligarcas ucranianos. Ellos tienen sus empresas predominantemente en la parte prorrusa y sus industrias están orientadas hacia el este. Desde que fueron construidas, todavía en época soviética, fueron pensadas como parte indivisible de una red industrial conjunta con Rusia. Sin embargo, los oligarcas tampoco tienen especial interés en decantarse por la parte rusa, ya que entienden que, si se formaliza cualquier tipo de unión con Moscú (ya sea política o económica), ellos perderán gran parte del poder de decisión, mediante influencia, que tienen actualmente.

La Historia ucraniana marca una división de la sociedad que se antoja de difícil superación, tanto por las posturas irreconciliables como por los referentes tan distantes de ambas partes. Mientras que unos miran hacia Moscú, los otros hacen lo propio con Bruselas y Washington. Las autoridades intentan lo imposible, que es contentar a todos, y los oligarcas solo se preocupan de sí mismos. Todo ello deja claro que, a día de hoy, no existe una clara idea nacional conjunta, y no parece que en un futuro próximo vaya a consolidarse una.

Cuando Ucrania se acerca a Occidente es la parte oriental del país la que tira con fuerza de la manta; cuando el acercamiento es con Moscú, es la parte occidental la que protesta. En ambos casos, las protestas son apoyadas desde el lado interesado, ya sea el occidental o el ruso.

Hay voces que hablan de que quizás la solución sería la separación del país en dos y que cada uno siga su camino libremente elegido y marcado por la historia y la voluntad de la población.