Asier VERA

Mucha pancarta y pocos votantes

Varias pancartas del primer ministro, Benjamín Netanyahu, y del fundador del Partido Hogar Judío, Naftali Bennet, es lo primero que ven los votantes que acuden al `Gymnasium Rehavia', que fue el primer Instituto judío moderno de Jerusalén. En este país está permitido que los partidos ofrezcan propaganda hasta el último minuto para tratar de convencer a los indecisos.

La ciudad, en la que apenas había carteles durante estos días, amaneció abarrotada de ellos, la mayoría de Netanyahu. Además, jóvenes menores de edad y vestidos con la camiseta del partido de turno, ofrecían pegatinas a los votantes e incluso les invitaban a sacarse fotos con una pancarta electoral de fondo.

A la entrada, tres banderas de Israel dan la bienvenida a los pocos que se han acercado a cuenta gotas para ejercer su derecho en una urna decorada con la Menorah, elemento ritual del judaísmo. Miles de personas abarrotan un centro comercial, a pocos metros del Parlamento israelí, mientras los colegios electorales permanecen semivacíos.

En este colegio la mayoría del voto es conservador, aunque hay excepciones, como Iftach Teicher y Yotam Hershkovitz, que han decidido votar al partido de izquierdas Meretz. Ambos lamentan que la gente solo quiera votar a grandes partidos, cuando los pequeños son «más importantes» porque deciden las coaliciones.

Shmuel Katz empuja la silla de ruedas de su madre, la votante más longeva de este colegio electoral (101 años), al tiempo que reparte entre los periodistas una especie de guía titulada «Respondiendo a preguntas difíciles de Israel».

Katz es un ferviente votante de Netanyahu por haber entendido que la intención de Irán es «controlar todo el mundo con la fabricación de la bomba nuclear».

Tras criticar que la comunidad internacional «no hace nada» para evitar que Hizbulah y Hamas disparen cohetes a Israel, considera que este es el país en el que los árabes se sienten «más libres». «Somos el único país democrático que hay en Oriente Medio donde no se discrimina a nadie», sentencia.

Muy contraria es la postura de Ruthie Gerson, una neoyorkina judía de 33 años, con nacionalidad israelí, que votó a la Liga Árabe Unida, al considerar que Palestina necesita su Estado, debido a que «no podemos estar ciegos» con lo que sucede en Cisjordania o Gaza, donde los ciudadanos «no son tratados como seres humanos».

Nieta de una víctima del Holocausto, Gerson afirma que en honor a su abuelo, desea que todos los ciudadanos tengan los mismos derechos. Si bien reconoce que está muy lejos de convertirse en realidad y pone como ejemplo su experiencia en el cheikpoint de Ramala, donde no la dejaron pasar, pese a ser judía.

Estado Palestino

Maor Rivni, de 28 años, se acaba de sacar una foto junto a sus dos hijos de corta edad, ante un cartel del líder de Hogar Judío, partido de derechas al que ha votado porque «mantendrá las tierras de Israel». Bennet es un «tipo duro que mantendrá la seguridad en el país de los judíos», agrega, a la vez que se opone a un Estado palestino, porque supondría «el terror y la muerte». «En Jerusalén, si quieres salir con la vestimenta judía tienes que evitar el camino de los árabes, porque ellos matan y usan la violencia».

Más conciliador se muestra Debel Assab, de 26 años, y votante de Kulanu, al defender que se necesita un Estado palestino, aunque duda de que se logre la paz, «no por los palestinos, sino por sus líderes, que no les representan bien».

Asegura que ha elegido a Kulanu,el partido del antiguo miembro del Likud, Moshe Kahlon, porque cree que él puede cambiar la economía. «Netanyahu se ha acordado muy tarde de esta cuestión, por lo que necesitamos un cambio», aseguró.

Por su parte, Leah Soibel, no desvela el sentido de su voto, aunque cree que habrá un cambio de Gobierno con Isaac Herzog como presidente tras el «fracaso» de los partidos de derecha. Aboga por un cambio de la situación económica, teniendo en cuenta que con lo que vale un piso en Israel, «se pueden comprar dos en Estados Unidos».