Soledad GALIANA

El laborismo debate entre volver a abrazar la vía de Blair o la vuelta a sus orígenes

El Nuevo Laborismo levanta su fea cabeza ante la derrota del 7 de mayo, pese a que fue el centrismo del Partido Laborista el que le hizo perder votos de su base tradicional: los trabajadores.

La elección de líder en el Partido Laborista es una experiencia dramática. Hace cinco años revivió la historia de Caín y Abel, con los hermanos Miliband, Ed y David, frente a frente. Ed, con su oferta de una política más de izquierdas –abandonada a los pocos meses de ponerse al frente de la formación–, arrebató la victoria a quien se consideraba acérrimo seguidor del Nuevo Laborismo, David.

Esta fue una historia con un final amargo para ambos hermanos: David Miliband decidió abandonar la política en 2013 y ahora vive en Nueva York; Ed renunció al liderazgo del Partido Laborista hace dos semanas tras unos resultados electorales desastrosos que han aupado a los conservadores a una mayoría parlamentaria y que han visto al electorado escocés tradicionalmente laborista votar en masa por los nacionalistas escoceses.

David apuntó que la oferta de la formación liderada por su hermano no era lo que querían los votantes. Evidentemente, las relaciones fraternas siguen siendo una asignatura pendiente para la familia Miliband.

Los «Blairitas» quieren utilizar la derrota laborista para retomar el control del partido. Veinte años después de que Tony Blair y Peter Mandelson crearan el Nuevo Laborismo, demandan su vuelta. A Blair y Mandelson se han unido las voces de David Miliband y de la práctica totalidad de los candidatos al liderazgo del partido. En su denuncia de la línea adoptada por la formación señalan que las clases medias han sido abandonadas para favorecer a los pobres, mientras que los creadores de la riqueza (los empresarios y propietarios) han sufrido la amenaza de nuevos impuestos. Claramente, el Nuevo Laborismo ha olvidado que el origen del partido se encuentra en la socialdemocracia.

Todo apunta a que, si las izquierdas y los sindicatos no lo impiden, la formación podría verse dirigida por un «modernizador» preparado para ignorar la responsabilidad del modelo económico alimentado por los doce años de Blair en el Gobierno durante la crisis financiera de 2008. Pero ese es el espíritu del Nuevo Laborismo, el del corto plazo, de elección a elección, y no de futuro.

Ed Miliband no supo o no quiso enfrentar una reestructuración y una purga dentro del partido, y su intento conciliador le ha costado la elección.

Blair, Mandelson y los candidatos al liderazgo Andy Burnham e Yvette Cooper quieren creer que el Nuevo Laborismo es la fórmula mágica para ganar los votos de las clases medias y, en consecuencia, las elecciones.

Sin embargo, esta visión del electorado y la política de partido desvirtúa la realidad de las recientes elecciones. En Escocia, el Partido Nacionalista Escocés (SNP) arrebató cuarenta escaños a los laboristas porque fue el único que denunció las políticas de austeridad y presentó un programa electoral socialdemócrata –el liderazgo del laborismo escocés se enfrenta también a la elección de un nuevo líder con la dimisión de Jim Murphy–.

Además, la alianza entre conservadores, liberales y laboristas contra la independencia de Escocia ha creado un gran resentimiento contra los partidos dirigidos desde Londres. En el resto de Gran Bretaña, los laboristas no consiguieron arrebatar escaños a los conservadores porque en el fondo sus ofertas eran similares.

El ala izquierda del laborismo ha advertido de que aquellos que abogan por el resurgimiento del Nuevo Laborismo claramente no quieren afrontar las causas reales de la derrota del partido.

El diputado laborista John Trickett –uno de los nombres que se barajan como posible candidato de la izquierda del partido– ya ha asegurado a los candidatos a la jefatura de la formación que «no hay ni una pizca de evidencia» que avale la necesidad de revivir el Nuevo Laborismo que defienden Blair y Mandelson.

Las estadísticas muestran que los laboristas han recuperado el apoyo de las clases medias que perdieron en 2010, pero sufre una hemorragia en sus bases tradicionales: los cuatro millones de votantes perdidos entre la clase trabajadora. Los laboristas no han perdido las elecciones por ser de izquierdas, sino por no serlo lo suficiente.

Trickett ha alertado de que no se deben ignorar los hechos. «Ellos lo hacen bajo su propio riesgo, pero más fundamentalmente demuestran que no entienden el por qué de la existencia del Partido Laborista», advierte Trickett, que sostiene que el nuevo líder de la formación tendrá que encontrar la fórmula para mantener y mejorar el voto de la clase media, recuperar a la clase trabajadora e intentar activar a aquellos electores que, aunque cercanos al Partido Laborista optaron por apoyar a otros partidos.

La primera tarea que encaran los candidatos al liderazgo del partido laboristas es convencer a las distintas facciones del partido y a los sindicatos de que son la persona ideal para llevar a cabo esa tarea. La ala izquierdista del laborismo ha recurrido a Facebook para pedir a los miembros del partido que exijan a los diputados que apoyen una candidatura de izquierdas.

Además de Trickett, otro de los posibles candidatos de izquierdas sería Ian Lavery, quien fuera presidente del Sindicato de la Minería (NUM) y jefe del grupo parlamentario sindicalista dentro del Partido Laborista. John McDonnell, presidente de la agrupación socialista de la formación ya ha anunciado que no se presentará tras haber sido derrotado en dos ocasiones, en 2007 y 2010.

En estos momentos hay cuatro aspirantes (Andy Burnham, Yvette Cooper, Mary Creagh y Liz Kendall) desde que el quinto, Chuka Umunna, decidiera abandonar la contienda debido a la presión mediática, aunque todo apunta a que Tristam Hunt se unirá a la pugna.

La decisión de Umunna ha causado gran impacto en los medios y en el partido. El que fuera portavoz de Industria en la oposición explicó que se retira por el posible impacto que sus ambiciones podrían tener en aquellos cercanos a él. «Uno se puede imaginar lo que es presentarse candidato al liderazgo, entender sus demandas y la atención, pero no puede compararse con la realidad de hacerlo y el impacto en otros aspectos de su día a día», explicó Umunna, quién expresó su deseo de permanecer en primera línea de la oposición y, por ahora, no ha anunciado su apoyo a ninguno de los otros candidatos.

Mientras tanto, en Escocia, la división dentro del Partido Laborista cristaliza en el resultado del voto de confianza al que se vio sometido su líder, Jim Murphy. Murphy, perdió su escaño en el Parlamento de Londres hace dos semanas –superó el desafío por tan solo tres votos–, obtuvo el apoyo de diecisiete de sus colegas para su permanencia como líder frente a catorce que exigieron su dimisión, lo que le llevó a renunciar al liderazgo del laborismo en Escocia.