David LAZKANOITURBURU

Seis ataques, dos secuencias, una convicción resignada y una pregunta

Estamos ante un nuevo y macabro capítulo de una secuencia que tiene que ver con el avance de la ofensiva militar para expulsar al Estado Islámico (ISIS) del califato instaurado entre Siria e Irak. Sin obviar recientes ataques de «lobos solitarios» en Europa, el atentado en enero contra “Charlie Hebdo” y el secuestro de un supermercado judío pueden considerarse el preludio del 13 de noviembre (13-N) en París.

Tanto por su historia colonial como por sus conscientes opciones geoestratégicas, el Estado francés, o desgraciadamente sus inocentes ciudadanos, tienen muchos boletos en esta sangrienta lotería.

Sin embargo, la actual secuencia arranca realmente el 20 de julio en la localidad de Suruc, en el atentado contra un grupo de solidarios kurdos y turcos opuestos al ISIS. Su aún más sangrienta réplica en octubre con otro atentado suicida contra una marcha por la paz liderada, entre otros, por el HDP en plena campaña electoral, confirma que los kurdos, avanzadilla mundial en la guerra contra el ISIS desde la irrupción de este yihadismo de nuevo cuño en 2013-2014, son objetivo preferente.

El 31 de octubre, justo un mes después del inicio de la campaña rusa de bombardeos en Siria, la filial egipcia del ISIS reivindica el derribo de un avión de turistas. En espera de que se confirme la hipótesis de un atentado con bomba –el Kremlin ha suspendido los vuelos–, estaríamos ante una operación de castigo contra Moscú.

El anteúltimo capítulo lo ha sufrido estos días el sur de Beirut, con un atentado en un barrio chií con fuerte presencia de Hizbullah, cuya milicia participa en primera línea contra el ISIS y los grupos rebeldes.

Los ataques del viernes se inscriben finalmente en una venganza por la decisión que tomó hace un mes París de bombardear al ISIS.

La lógica, perversa, de responder a bombardeos indiscriminados –es una guerra– con ataques indiscriminados remite a una secuencia anterior que arranca el 11-S y tiene su continuidad el 11-M y el 7-J en Londres.

Y nos sitúa ante una convicción resignada y ante una pregunta. Frente a todas las medidas de seguridad que se tomen, el ISIS atentará más cuanto más hostigado se sienta. ¿Bastará, sin embargo, con expulsarles de su autoproclamado califato? Al Qaeda mutó en el ISIS y todo apunta a que, si es derrotado, el ISIS mutará, tarde o temprano, en otro grupo. Mientras en primer lugar el mundo árabe y musulmán y luego el mundo entero no afronte las causas de la génesis de este tipo de movimientos.