Ibai GANDIAGA

Habitat III: No hace falta inventar nada nuevo

Uno de los lemas de HABITAT III reza: «Nuevos retos, ¿Nuevas respuestas?». Podría parecer una frase carente de sentido, pero encierra uno de los problemas principales de este nuevo ciclo; como reconoció Joan Clos, antiguo alcalde de Barcelona y secretario general del encuentro, las conclusiones recogidas en Estambul podrían rubricarse hoy por hoy sin cambiar una coma, y eso que, en el año 1996, al celebrarse el segundo encuentro HABITAT, los estados del mundo seguían animando a los habitantes de las zonas rurales a dejar el campo para asentarse en las ciudades.

Con esa alegría posmoderna, fruto de una necesidad de nuevos consumidores, se llega a 2007, cuando por primera vez en la historia de la humanidad el número de habitantes de las zonas urbanas superaba al de las zonas rurales. Como es bien sabido, la desruralización ha dado paso a la creación de una agricultura industrial, de consecuencias aún desconocidas, a la par de un crecimiento urbano sin parangón. Desde aquella década de los 90, de 10 megaciudades con más de 10 millones de habitantes, hemos pasado a 28, y se estima que serán más de 40 para el año 2030.

Es inevitable, al hacer un análisis sobre los objetivos de estos encuentros promovidos por Naciones Unidas, realizar una lectura economicista. Y es que, si en el año 96 se pusieron las bases para desruralizar el campo, en el HABITAT I, en 1976, se buscaba precisamente lo contrario, mantener a la población en el campo, cosa que no se consiguió de ningún modo; esa migración a las ciudades dio la puntilla a lo que se denomina “Edad de oro del capitalismo”; esto es, el periodo entre 1950 y 1975, momento en el que las grandes fortunas, el cacareado 1%, poseía menos del 10% de los ingresos mundiales. No es de extrañar que fuera en ese periodo en el que se creó la ciudad de la clase media, con un sistema de protección social parejo.

Es por esto que no hay nuevas respuestas en lo referente a lo urbano, por mucho que a los voceros de las ciudades “smart” les pese; necesitamos una redistribución de la riqueza que permita el sistema de protección social. Dicho de otro modo, necesitamos volver al software original urbano, y no pensar en que lo que está roto es el hardware.